Quosque tamdem

Luis Chacón

Esa televisión que adormece

QUIEN me alertó de los terribles atentados de París fue Twitter. Ya es más que evidente que la inmediatez de las redes sociales es el signo de los tiempos. Así que instintivamente y desde el mismo teléfono móvil fui accediendo a las portadas de la prensa online que al momento y empezando por este mismo diario, informaron de la masacre con la inconcreción lógica de la inmediatez y la sensación de estar viviendo un día trágico que tardaremos años en olvidar. Volví a casa conduciendo y escuchando la radio que como siempre -aún recuerdo, siendo un muchacho, el histórico papel que desempeñó la larga noche del 23 de febrero- se multiplicó en conexiones, informando al minuto de cada circunstancia de interés para sus oyentes. Ya en casa, conecté la televisión y con absoluta incredulidad asistí al penoso espectáculo de unas cadenas que renunciaban a narrar unas horas que nos harán ver el futuro de un modo muy diferente.

Entre las públicas, TVE seguía emitiendo una de sus películas de saldo y Canal Sur, para seguir vertebrando Andalucía no interrumpía su incombustible programa de niños ni el bodrio con el que nos flagela, mostrándonos como lo que se supone que es el tópico que más nos duele arriba de Despeñaperros, la Copla. ¿Y las privadas? Otro circo lamentable. Tele 5 no cejaba en su empeño de lobotomizarnos con su engendro estrella y Antena 3, obsesionada por entretenernos anteponía un desfile de caricatos a la información. ¿Y sus cadenas satélite? Tres cuartos de lo mismo. Menos mal que el Canal 24 horas de TVE y 13 TV salvaron la dignidad periodística de la televisión y es de justicia reconocerles que hicieron periodismo de altura, sin concesiones, ni horarios y al pie de la noticia.

Formar, informar y entretener eran los objetivos de la televisión. Aquí, más que formar, deforma. Y visto el indigno espectáculo del viernes han renunciado a informar. De nada sirven los programas de análisis a rebufo, ni los lazos, ni las etiquetas de Twitter sobreimpresionadas. Sin libertad de información y de prensa no hay democracia posible pero las libertades, como los derechos, si no se ejercen se atrofian. Una sociedad informada y crítica será capaz de afrontar cualquier desafío. Pero un país adormecido con el entretenimiento acrítico de estas televisiones es caldo de cultivo de dictaduras y totalitarismos. La pesadilla de los ciudadanos libres y el sueño del Gran Hermano orwelliano.

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