Cultura

"Me aburren los refritos, lo que me gusta es la música que me soliviante"

Cuando la música no es impostura sino causa y efecto de una forma de caminar por el mundo, resulta fácil ganarse al público. Javier Ruibal (Cádiz, 1955) lleva más de 30 años en esa línea, la de la coherencia y la voluntad de continuar por la senda de la exploración, sin perder la autenticidad, ni el norte. El cantautor que bebe del flamenco y transpira Andalucía, también convence en otras plazas. La última le ha vuelto a llevar de gira por Estados Unidos ante un público que aún conserva "una cierta inocencia que está muy bien", asegura. El viernes y el sábado próximos regresa con su guitarra al Teatro Quintero, para ofrecer un recital "exquisito", asegura al otro lado del teléfono.

-¿Con qué animo vendrá a Málaga y dispuesto a qué ?

-Con el mejor de los ánimos, como siempre que vengo aquí, y encantado de ofrecer un concierto de sonoridades preciosistas y con un repertorio delicado sin perder la fuerza que tiene habitualmente. Sonarán un buen puñado de temas de Pensión Triana y algunas canciones que no están grabadas todavía.

-¿Con idea de sacarlas pronto?

--Estoy acumulando (risas). Lo próximo está prácticamente saliendo de fábrica. El 27 de mayo se publicará por fin Sueños, que grabé el año pasado en directo con la Sinfónica de Córdoba, con poemas de Alberti, Lorca y una nueva noción número 3 de Erik Satie, temas inéditos y otros ya conocidos.

-¿Y para cuándo al completo esos temas inéditos?

-Ahora estoy dándole vueltas a un siguiente disco, intentando que la propuesta sonora sea diferente a lo más reciente que he hecho.

-Reinventarse o morir...

-No queda más remedio. Hay que estar siempre intentando ofrecer alicientes nuevos. Los que estamos en esto sin demasiada infraestructura musical, y que lo único que nos da a valer es el trabajo que vamos entregando, en ningún momento nos planteamos hacer alguna pirueta rocambolesca con idea de captar al público que sólo le interesa vernos hacer esa pirueta. Queremos seguir captando la atención con nuestros encantos, si tenemos, y con nuestros argumentos.

-Acaba de aterrizar de una gira de un mes por Nueva York, Chicago y Nueva Jersey, ¿cómo se recibe el sonido Ruibal por aquellos lares?

-En general es un público abierto a todo lo que sea una novedad, a algo que le produzca curiosidad, en lugar de hacer oídos sordos o esperar a que se lo promocionen mucho. Simplemente nos sentamos delante de ellos y comprobamos si la relación causa-efecto se produce.

-¿Y se produce?

-Sí, se produce. Es curioso porque hay mucha gente que habla español y va porque me conoce, pero también hay otra anglófona pero que tiene una capacidad de entusiasmo que aquí estamos perdiendo. Ellos saben que esas tres ciudades son la meca de la música y van con esa afición metida en su cotidianidad, es un público muy predispuesto y preparado.

-En abril le pidieron desde el Instituto Cervantes de Moscú protagonizar un curso dedicado a su relación con la música, ¿qué sensación le produjo?

-Estuvo gracioso porque lo hice mediante una videoconferencia desde Nueva York a Moscú. Si hace unos años uno piensa en hacerlo, visto desde fuera alguien hubiera dicho que estoy como una cabra. Y es que en el futuro se vive muy bien, y ya estamos en él (risas).

-¿Por qué cosas se interesaban ?

-Me preguntaban acerca de la creatividad, la vinculación con la poesía española y cómo se hacía musicable sin dejar de ser poético. Querían saber cómo me las manejaba con el flamenco y otras músicas sin caer en la esquizofrenia.

-Resulta curioso que el curso se presentase bajo el epígrafe de nuevo flamenco, ¿aún no se ha superado esa etiqueta?

-Las etiquetas no son sólo cosas de la música. La gente necesita compartimentar y poner en un lugar algo porque si no le inquieta y deja de llamarle la atención. Una etiqueta deplorable, para mi gusto, es la de flamenquito. Es como si al flamenco le quitáramos la cafeína y el colesterol. Detrás no hay nada, sólo negocio. Los productores que lo piden no saben lo que es un soleá. Y algunos de los artistas que seleccionan sí pueden saberlo pero no les van a grabar eso, sino una rumbita.

-¿Y de quién es la culpa?

-De una especie de gen que se ha incorporado al genoma del ser humano del siglo XXI, que es la afición al éxito a costa de lo que sea. Pasa en la música y en todo. Salvo excepciones, se premian las novelas más vendibles, que son fáciles de leer para quien no es aficionado a la lectura. Lo mismo que no interesa un seguiriya bien hecha, sino una rumbita que sirva para menear el esqueleto y no cogerle demasiada afición porque hay que comprar otra la semana siguiente.

-Y en la antítesis está Diego Carrasco que le ha propuesto colaborar en su próximo disco.

-Exacto. Nos une complicidad y una cierta asimilación entre lo que hacemos, él desde un flamenco de crianza y yo desde una afición y un eclecticismo, pero los dos buscamos nuevas sensaciones. Él es ahora el patriarca de los flamencos de Jerez. Permanecer en un criterio hace que tu respetabilidad se quede fuera de toda duda.

-Después de 30 años en esto, ¿hay algo que le aburra?

-Me aburre la falta de cosas nuevas, los refritos. A mí lo que me gusta es la música que me soliviante, la música y todo. Porque también me preocupan otras cosas. Nos conmovemos con las noticias, pero no hay una presión real para cambiar las cosas. No me extraña que la música no avance si no avanzamos nosotros. Si no hay una nueva espiritualidad no puede haber deseos de que el arte suba peldaños y se eleve.

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