Conmemoración La semana pasada se celebró el aniversario de uno de los más prolíficos escritores del XIX

180 años del hombre que inventó el futuro

  • El 8 de febrero de 1828 pasará a la historia como el día del nacimiento de Julio Verne, el escritor de ciencia ficción que más referentes ha creado en la mitología del hombre del siglo XX

Visionario capaz de predecir adelantos como la televisión, los submarinos, los helicópteros y las naves espaciales, padre de la ciencia ficción, la semana pasada se cumplieron 180 años del nacimiento de uno de los autores más leídos de todos los tiempos: Jules Gabriel Verne.

El autor -que vino al mundo en Nantes el 8 de febrero de 1828- demostró desde niño un especial talento para la geografía, la poesía y la ciencia, coleccionando con avidez cualquier artículo relacionado con estos temas que cayese en sus manos. En 1848 se trasladaría a París para estudiar Derecho y fue entonces cuando comenzó a a escribir sus primeros poemas y obras de teatro. Dada la poca acogida que tuvo, se vio obligado realizar empleos de subsistencia para mantenerse. Así, Verne trabajó de secretario en el Teatro Lírico y, sobre todo, como agente bolsa, oficio que le llevaría realizar diversos viajes por Europa, principalmente por Gran Bretaña, Noruega y Suecia.

Fue en 1862 cuando Verne conoció a Pierre Jules Hetzel, el primer editor que se interesó realmente por su obra. Ese mismo año publicaría Cinco semanas en globo, la obra que le catapultó al éxito. Hetzel animó a Verne que continuase escribiendo en esa línea. Su siguiente gran título sería Viaje al centro de la Tierra y, para escribirlo, se sumergió en los recovecos de la espeleología, la geología, la mineralogía y hasta la paleontología. El resultado fue un relato fascinante en el que el realismo de las descripciones científicas dejó asombrados tanto a los legos en la materia como a científicos y especialistas de la época.

Pero Julio Verne insistía en convertir la fantasía más inimaginable en algo que resultaba perfectamente creíble. Su tercer gran obra fue De la Tierra a Luna, una novela que causó tal conmoción que en el despacho del escritor se acumulaban las peticiones de reservas para el primer viaje que, sin duda, Verne organizaría hasta nuestro satélite.

Parecía que esta vez el escritor no iba a poder repetir el éxito de su anterior libro, pero volvió a hacerlo con la publicación de La vuelta al mundo en ochenta días, un relato por entregas que alcanzó tal popularidad que las casas de apuestas llegaron a mover importantes sumas de dinero entre los convencidos de que Phileas Fogg conseguiría su propósito y los que pensaban que nunca lo lograría en tan sólo 80 días.

Tras esto, Verne volvió a superarse a sí mismo con Veinte mil leguas de viaje submarino, la peripecia de tres hombres que atraviesan el fondo del océano en compañía del que tal vez sea el personaje más complejo y fascinante del escritor, el capitán Nemo, para muchos un trasunto del propio Verne, solitario e incomprendido en su burbuja de ciencia y conocimientos.

A estos títulos que por sí mismos colmarían la obra de toda una vida para cualquier escritor, el prolífico Verne añadió muchos más que conforman una bibliografía espectacular con novelas como Los hijos del capitán Grant, Miguel Strogoff, El faro del fin del mundo, Las tribulaciones de un chino en China o Los viajes del capitán Cook, entre muchos otros.

Siempre solidario y comprometido con su comunidad, Verne, tras catorce años de vivir en Amiens, decidió en 1886 trabajar ayudando al Ayuntamiento de esta localidad, a la que llegó buscando la paz que había perdido en París, y por ello fue nombrado representante del consejo municipal. En 1892, recibiría la orden de la Legión de Honor, el máximo honor que un civil puede recibir de la República Francesa.

Clásico entre los clásicos, maestro de la novela de aventuras, descubridor indiscutido de la ciencia ficción, autor imprescindible en la literatura infantil y juvenil, Julio Verne, murió el 24 de marzo de 1905, pero su obra, que hoy perdura con plena vigencia y frescura, continuó tras su desaparición con la publicación de manuscritos inéditos.

El último de ellos se descubrió hace casi diez años, en 1989, y Verne lo había escrito hacía más de un siglo, en 1863. Su título era París en el siglo XX y su editor le aconsejó que esperase a publicarla porque en ella se describía a un joven que vivía entre rascacielos, trenes de alta velocidad y una red mundial de comunicaciones muy similar a nuestra cotidiana Internet, que era incapaz de alcanzar la felicidad.

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