Elecciones

El escándalo electoral de 1901

  • Los presidentes de varias mesas presentaron una denuncia tras comprobar que muchos votantes les pedían una ficha para cobrar las 5 pesetas que les habían prometido los agentes del candidato Larneyes

Los comicios electorales siempre han sido fuente de no pocas incidencias, dada la lucha por el poder político que en él se escenifica. En Algeciras, quizás históricamente el caso más sonado (en lo político, que no en lo jurídico), lo protagonizó el nombramiento como alcalde en 1906 de Emilio Santacana, cuando en realidad había sido Juan González Olmedo el concejal más votado, y por tanto el llamado a ocupar la presidencia en el salón de plenos. La sesión plenaria para la constitución del gobierno municipal que habría de ocuparse de la celebración de la Conferencia Internacional, se celebró el día 1 de enero de 1906. El acto, que desde el punto de vista ciudadano, habría de responder a la propia mecánica democrática de la época, comenzó de forma habitual, aunque finalizaría de modo anormal.

En primer lugar, se procedió a constituir la tradicional mesa de edad, paso previo para el nombramiento del nuevo alcalde que habría de salir de entre los concejales elegidos por los vecinos, en las recientes elecciones municipales celebradas el año anterior.

Falta inexplicablemente a esta importante cita, el alcalde saliente Juan Guadalupe Sánchez, así como también el que era su primer teniente de alcalde. Pero aún con ausencias tan notables, la sesión prosigue, y Juan González Olmedo se hace cargo de la presidencia, al ser el concejal más votado entre los elegidos. Una vez determinado el cargo, los presentes en el acto observaron con sorpresa, como el secretario del ayuntamiento se levantaba de su asiento, y pedía a los asistentes, la máxima atención; posteriormente, de forma ceremoniosa, procedió a dar lectura a un telegrama, que anteriormente al evento que se estaba celebrando, había sido remitido por el Gobierno Civil de Cádiz, y por el que S. M. el Rey, procedía a nombrar (sobre la base de aplicación del artículo 50 de la Ley Municipal de 1877), a Emilio Santacana y Mensayas, nuevo alcalde de la ciudad de Algeciras.

Es decir, en una misma sesión plenaria, se conforma la constitución del futuro gobierno municipal de la ciudad, fruto de las elecciones municipales previas de 1905; y posteriormente, y en el mismo acto plenario, se procede al nombramiento de la figura del nuevo alcalde -por designación real-, quedando relegado a un segundo plano el concejal más votado, y que en condiciones de "normalidad", sería el llamado a ocupar el principal sillón del salón de plenos ubicado en la calle Imperial. La razón de estado, ante la próxima celebración de la Conferencia Internacional se imponía y al mismo tiempo, se justificaba legalmente. (TAPIA LEDESMA, M. "Crisis Política Municipal de 1906 (I) y (II)". EUROPA SUR, domingo 23 de abril de 2006, Pág. 14 y 15 y domingo 30 de abril de 2006, Pág. 10 y 11).

Pero quizás la situación electoral más escandalosa que se dio en el desarrollo de los procesos electorales en aquella lejana Algeciras de comienzos del siglo XX, fue la acontecida durante los comicios para la elección de diputados a Cortes, en la primavera de 1901, es decir cinco años antes de los hechos precedentemente relatados.

A decir verdad, no se puede hablar de incidencia grave en modo singular, ya que la misma situación no sólo se desarrolló en una mesa electoral, sino que -como se describirá a continuación-, se produjo en varios colegios electorales. Los hechos acontecieron del modo siguiente: una vez constituida la mesa de la primera sección, correspondiente al primer distrito, ubicada en la Casa Capitular, bajo la presidencia de Julio de Flores, actuando como interventores los señores José Ibáñez y Manuel Bernal, fueron éstos testigos de cómo tras un inicio de suma normalidad en el proceso, en un momento dado, se presentó el vecino José Blanco a ejercer su derecho al voto, una vez formalizado el mismo, se dirigió al presidente de la mesa, De Flores, pidiéndole "la ficha para cobrar 5 pesetas, que le habían ofrecido los agentes del candidato Sr. Larneyes". Contestándole el presidente citado, lo siguiente: "Allí no se le daba dinero a nadie por votar", a lo que respondió el reseñado Blanco: "Aquellos agentes daban una ficha que luego cambiaban por las 5 pesetas, otros agentes del Sr. Larneyes a todo el que votaba su candidatura, y que él creía que la ficha la daban en el colegio electoral".

Una vez que se marchó el peticionario de las 5 pesetas, el presidente de la mesa situada en la Casa Capitular, fue testigo de cómo en no pocas ocasiones, la petición de las 5 pesetas se repitió una y otra vez a lo largo de toda la jornada electoral. En un momento dado, el señor De Flores quiso detener, al que supuso agente de Larneyes, y que se encontraba permanentemente situado en la puerta del ayuntamiento, y de nombre Sebastián García, pero la mediación de algunas personas que se encontraban presentes, lo impidieron.

Otra de las mesas electorales constituida para aquellos comicios, se encontraba ubicada en la casa particular del vecino y presbítero reverendo Francisco Bérnes Sánchez, situada en la calle Jerez (hoy, calle Ventura Morón), número 15. Esta mesa estaba asistida por el presidente José Rodríguez España, actuando como interventores, José Alabad Gómez y Buenaventura Morón González. En un momento dado, hizo acto de presencia para ejercer su derecho al voto, el vecino José Bocio, el cual, después de efectuarlo, se dirigió al presidente reseñado, exigiéndole "la ficha para cobrar las 5 pesetas que los agentes del Sr. Larneyes, daban a todo aquel que votaba su candidatura". Contestándole el citado presidente, en los mismos términos que el presidente de la mesa situada en el ayuntamiento de la ciudad, conminándole al mismo tiempo, a que abandonase el local.

La misma circunstancia, se desarrolló tanto en la tercera sección del segundo distrito, como en la octava sección del distrito cuarto; y de las cuales eran presidentes respectivamente, los señores Juan González Puig y Enrique Alcoba. En la primera mesa mencionada, hizo acto de presencia, un grupo encabezado por el vecino apellidado Roca Molina, conocido popularmente como "El Cojo Roca". Roca Molina, le preguntó al presidente González Puig, "si era allí donde daban los representantes del Sr. Larneyes, las fichas para votar a éste, pues todos estaban dispuestos a votarlo, siempre que antes le entregasen la dicha ficha, ya que había presenciado que algunos que le votaban antes de que le dieran la ficha, luego no se la daban, por que los agentes (de Larneyes), se escondían". Procediendo y actuando el presidente, de igual modo como en los casos anteriores. En la segunda mesa reseñada, se presentó el vecino Antonio Alcalá Vargas, de profesión pescador, el cual "y después de votar, le exigió al presidente de la mesa Enrique Alcoba, le diese la ficha para cobrar las 5 pesetas, que le habían ofrecido los representantes del candidato Sr. Larneyes"; al contestarle el presidente que "allí no se daba dinero por votar", el citado pescador quiso sacar la papeleta de la urna, puesto que "aquellos agentes le habían engañado, dado que a otros muchos le daban una ficha que luego cambiaban por monedas de plata, y que a él le habían asegurado que en el colegio se la darían", abandonado posteriormente el local y marchándose de modo malhumorado a buscar a los reseñados agentes.

Días después de finalizada la turbulenta jornada electoral algecireña, los presidentes e interventores que actuaron en las distintas mesas donde se produjeron las reseñadas y graves incidencias, hicieron una denuncia conjunta de los hechos; no expresando la documentación consultada, la posible repercusión que lo relatado por sus testigos directos, pudo tener en el resultado final de aquel escandaloso plebiscito.

En aquel lejano distrito electoral algecireño, en el que imperaba la falta de trabajo y de futuro, el conseguir un puesto de diputado a Cortes, servía para salvaguardar unos intereses, con los que en nada se identificaba el pueblo llano. Durante las décadas posteriores, los humildes electores pudieron comprobar como "sus representantes", una y otra vez se olvidaban de sus "representados", condenándolos al olvido institucional. Luego, no ha de extrañar que la necesidad obligara a aquellos ciudadanos de comienzos del siglo XX, a vender "su voto" al precio de 5 pesetas, para ayudar a mantener a sus familias.

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