Gibraltar

Siempre hay baile en el Estrecho

  • Amortiguado el clamor contra unas colas cada vez menos largas, las reivindicaciones jurisdiccionales sobre las aguas quedan como principal alimento del conflicto de Gibraltar

Lo dijo el poeta Gerardo Diego hace casi sesenta años: siempre hay baile en el Estrecho. Entonces el jándalo ya hablaba del inglés, pero no aventuraba el significado que alcanzarían sus versos entrado el siglo XXI. Durante el fin de semana ha habido, como siempre, baile en la Bahía. Los barcos de la Royal Navy, la Royal Police y la Policía de Defensa continúan patrullando la zona marítima que Gibraltar reclama como propia y que España no le reconoce. Y como no lo reconoce atraviesa con asiduidad, lo que provoca la respuesta británica pertinente e inmediata, in situ y después a modo de queja diplomática. Reducido el tiempo de espera para atravesar la Verja y amortiguado el clamor que generaba, la pugna por las aguas queda como principal alimento del conflicto de Gibraltar.

No hay que irse muy atrás en el tiempo para encontrar ejemplos. Ayer el día comenzó con la presencia próxima al muelle sur de la patrullera de la Guardia Civil Río Cedena, que se dirigió hacia el norte hasta interceptó un barco de recreo dentro de las aguas que Gibraltar defiende que le son propias y lo guió hasta Algeciras. A la neumática de la Royal Navy que salió a su encuentro no le dio tiempo a llegar, según testigos presenciales.

Horas después apareció en la Bahía para hacer tareas de vigilancia y control el remolcador de Salvamento Marítimo Luz de mar, al que la Royal Navy le envió un mensaje de radio de que se encontraba en las aguas territoriales británicas de Gibraltar. Poco después el barco español frenó y regresó a Algeciras.

El sábado navegó por las aguas en litigio el barco de la Armada española Vigía. Cuando la HMS Scimitar de la Royal Navy contactó para preguntarle por sus intenciones apareció la Río Cedena de la Guardia Civil para escoltar al patrullero del ejército. El encuentro entre británicos y españoles se produjo en la bahía de Rosia, donde la Royal Navy informó al barco de la Benemérita, como es habitual, de que su presencia allí suponía una violación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, a la que Gibraltar se acoge para defender una zona marítima como suya. En cambio, el Gobierno de España defiende que en virtud del Tratado de Utrecht sólo cedió a Reino Unido "la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen". Por todo esto, las reivindicaciones jurisdiccionales sobre las aguas que rodean el Peñón han sido uno de los puntos de enfrentamiento entre España y el Reino Unido desde hace tiempo. En 1984, al ratificar la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el Gobierno español declaró que ese acto "no puede ser interpretado como reconocimiento de cualesquiera derechos o situaciones relativas a los espacios marítimos de Gibraltar que no estén comprendidas en el artículo X del Tratado de Utrecht".

En los últimos meses, el Foreign Office no deja de repetir que la presencia de barcos españoles en las proximidades de la Roca supone una violación de la soberanía británica sobre las aguas, pero no pone ésta en peligro. Desde Gibraltar no son pocas las voces que ponen en duda esta sentencia y reclaman al Reino Unido una mayor contudencia en la respuesta a las "incursiones". En los últimos meses los que piden un giro radical de la política de Londres respecto al conflicto se han multiplicado incluso en el propio Parlamento británico.

El enfrentamiento, en cualquier caso, no cesa ni ahora que todas las partes parecen dipuestas a sentarse para darle solución a los problemas de conviviencia entre Gibraltar y los pueblos de la comarca.

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