España

¿Sentido de Estado?

ALGO habría que hacer con aquello del sentido de Estado. Ideas: Una asignatura para los aspirantes a presidentes del Gobierno; terapias de choque para asumir sin estridencias la condición de ex; periodos de convivencia con ciudadanos políticamente antagónicos con tal de entender -o al menos respetar- un poco al contrario. Aznar es por tanto víctima de la imprevisión. Nadie se preocupó de atenderle una vez fuera del circuito. Desde 2004 cocea en busca del protagonismo perdido. Es una especie de Garzón en excedencia. Y es, sobre todo, una bomba de relojería.

Si tan influyente se cree, debería echar un cable a Zapatero como vía indirecta de auxilio a su amada España. En lugar de aplicarse el cuento, Aznar dispara sin ton ni son en multitud de campos de batalla. Gasta saliva y mechas en subrayar su singularidad, su astucia consejera, y de paso hace lo contrario de lo que públicamente desea: España en manos del PSOE es un peligroso caos al que no conviene acercarse. Huyan los inversores y aliados hasta el regreso triunfal del PP.

Todo sería distinto sin aquella mayoría absoluta que le nubló. A la persistencia en el error -armas de destrucción masiva- se la llama idiocia o soberbia. Como no queremos ofender, elegiremos la segunda opción. Al odio al rival que derrotó a su delfín, envidia o impotencia [en este caso el asunto tiene solución: preséntese de nuevo y combata a sus fantasmas]. A tachar de comunistas a quienes alertan del cambio climático y sus consecuencias, deliberadamente exagerado o rematadamente ignorante. Ningún panel solar, ningún coche eléctrico, ninguna planta de reciclaje causará estragos parecidos a los de la colectivización.

Ya que no está genéticamente diseñado para conciliar [Bush-ZP], profetizar [energías renovables-Stalin] o rectificar [Iraq], lo más sabio sería que se concentrara en Murdoch, el pádel y ese fantástico peluquero adicto a los tonos cobrizos.

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