Esta vez sí, en este caso sí se puede llegar a la conclusión de que cuanto peor le vaya a Podemos mejor le irá a España y a los españoles.

Cuantas más barbaridades se escuchen en boca de sus dirigentes, menos posibilidades habrá de que gente sensata siga pensando que es un partido fiable.

Es evidente que el PSOE está obligado a llegar a acuerdos con Podemos para echar abajo algunas iniciativas del futuro Gobierno de Rajoy, pero el no sistemático que pretende Iglesias, el no por el no sin argumentos, difícilmente lo apoyará un PSOE que aspira a convertirse a medio plazo en partido de gobierno. Y mucho menos apoyará el lenguaje bélico de un Iglesias que pretende ahora sacar pecho presumiendo de que lo que hace falta es movilizar la calle y "meter miedo" a los que no comulgan como ellos.

Gente, desde luego, como toda la que vota al PP, pero también a socialistas de ideología incuestionable que no ven mal permitir que gobierne Rajoy, que a fin de cuentas ha ganado las elecciones. Por no hablar de los socialistas de los que más abomina Iglesias: aquellos que cuando el líder de Podemos les acusa de ser la muleta de Rajoy le acusan de ser él, Pablo Iglesias, el que impidió un Gobierno del PSOE, para lo que sólo habría bastado abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez.

España necesita un Gobierno estable. Estable y sólido. No ha ido mal a los españoles con gobiernos de centro izquierda y de centro derecha cuando populares y socialistas apostaron por posiciones centristas. El nuevo PSOE, el que intenta recomponer Javier Fernández, querrá abatir a Rajoy, es lógico, es el papel del principal partido la oposición. Pero sería una tragedia para los españoles que intentara hacerlo abrazando la causa podemita. Y cuanto más enloquecida sea esa causa, menos tentaciones habrá en el PSOE de buscar alianzas con un partido instalado en la barbaridad permanente.