las claves

pilar Cernuda

A Rajoy se le complica la investidura

Gobernabilidad. Los escarceos del PP con los partidos nacionalistas para la Mesa del Congreso ponen en peligro su acuerdo con Ciudadanos en un escenario que ha cambiado de forma repentina.

SE hacen cábalas sobre el futuro Gobierno de Rajoy, pero no hay nada, absolutamente nada, que se pueda dar por seguro. Ni siquiera que Rajoy sea presidente dentro de dos meses, ni siquiera que se descarten absolutamente unas terceras elecciones, ni siquiera que se pueda concretar el pacto entre el PP y Ciudadanos, ni siquiera que Pablo Iglesias siga en política al final de la legislatura que empezó el pasado martes y que no se sabe cuánto durará.

Hace sólo una semana, se consideraba irrevocable que Ciudadanos ayudaría a Rajoy a ser investido, bien con la abstención bien con un apoyo explícito arrancado en el último minuto. Se daba por seguro también que Sánchez se resignaría a ser líder de la oposición, se daba por seguro que el PP renunciaba a la presidencia del Congreso porque la ofrecería al PSOE o Ciudadanos a cambio de la investidura, se daba por seguro que Ana Pastor continuaría en el Gobierno de Rajoy. En apenas tres días la situación dio un vuelco total, y la propia ministra de Fomento en funciones fue la primera sorprendida.

Rajoy, a través de Rafael Hernando, puso sobre la mesa negociadora de Ciudadanos dos nombres, Cospedal y Jorge Fernández Díaz para ver cómo reaccionaban, sabedor de que iban a rechazarlo porque previamente Rivera y otros dirigentes de Ciudadanos habían hecho duras declaraciones contra la secretaria general del PP -que en las elecciones últimas ha conseguido que Ciudadanos de Castilla-La Mancha se quedara sin representación parlamentaria- y contra el titular de Interior. Y fue entonces, al rechazar Villegas los dos nombres, cuando el PP presentó la candidatura de Ana Pastor.

Lo hizo directamente Rajoy en una conversación telefónica con Albert Rivera, donde concertaron más cosas: una Mesa del Congreso con mayoría del PP y Ciudadanos, con la vicepresidencia primera para Ciudadanos. Esa mayoría, más Ana Pastor en la presidencia, tenía una relevancia extrema: la más inmediata, que Rajoy contaría con el respaldo necesario para fijar la fecha de investidura en el momento que considerase adecuado, pues debe fijarla el presidente del Congreso con el candidato. Era una de las razones por las que el PP no quería de ninguna manera que la presidencia del Congreso estuviera en manos de Patxi López: en los pocos meses que ejerció el cargo, aparte de falta de autoridad, demostró un sectarismo a favor de su partido que provocó un rechazo generalizado, sobre todo en el PP.

La elección del vicepresidente primero, paradójicamente, ha provocado la primera crisis grave entre PP y Ciudadanos. Ignacio Prendes necesitaba un puñado de votos para ser elegido, votos que le dio el PP, pero desde el PP "sugirieron" a PNV y Convergència que "echaran una mano". Y la echaron, con diez votos que tanto PNV como Convergència niegan que sean suyos, pero lo son.

Ciudadanos, en lugar de ver el lado positivo -que Prendes ha logrado la ansiada vicepresidenta primera- ha acusado al PP de hacer pactos a sus espaldas con los independentistas y han anunciado que ni siquiera se abstendrán en la investidura, sino que votarán en contra de Rajoy.

Se comprende la actitud de Ciudadanos, el origen del partido está en su posición permanente contraria a los nacionalismos, más aún a los independentismos. Pero el PP niega que haya ningún tipo de acuerdo de gobernabilidad con Convergència y PNV, aunque Ciudadanos no cree a los portavoces del PP. Dicen incluso que han pactado la aceptación de que Convergència tenga grupo parlamentario y el PNV un puesto en la Mesa del Senado, y la respuesta del PP es que los servicios jurídicos del Congreso siempre han encontrado una argumento legal en el pasado para los grupos que se encontraban en la misma situación que Convergencia actualmente, y que además en el PNV ya tenía un lugar en la Mesa del Senado. Aparte de recordar que Ciudadanos firmó un pacto de Gobierno con el PSOE después de que ese partido, en la legislatura corta, prestó dos senadores a ERC para que tuvieran grupo y también dio por bueno el informe de los letrados del Congreso respecto a que el 15% de votos por provincia podrían interpretarse como la media obtenida en la comunidad autónoma en la que se presentase una formación nacionalista.

La polémica demuestra que Ciudadanos mantiene una actitud absolutamente reticente respecto al PP y Rajoy, y que sólo la constatación de que los votos perdidos el 26 de junio han ido al PP es lo que ha obligado a Rivera a mirar hacia su derecha en lugar de mirar a la izquierda, actitud que le dio tan mal resultado. Por otra parte, siendo cuarta fuerza, sabe que de Ciudadanos depende que Rajoy sea presidente, pero sólo si vota a favor en la investidura, la abstención no es suficiente.

Rivera se resiste, una prueba más de que no se siente cómodo apoyando al PP, y pretende que Pedro Sánchez permita la elección de Rajoy con su abstención. No comprende que esa abstención no es suficiente si Ciudadanos no da el voto a favor. Y riza el rizo el líder de Ciudadanos cuando, en una entrevista en El País, explica que en la ronda de negociaciones va a decir al Rey que le pida a Sánchez que se abstenga. Inaudita declaración: el Rey no puede interferir en un proceso electoral, su papel está perfectamente delimitado por una Constitución que sigue puntualmente. Que haga esas declaraciones un Rivera que menciona constantemente la defensa de la Constitución demuestra su bisoñez política... y su escaso conocimiento, o respeto, al texto constitucional.

El enredo es mayúsculo y no ayudan los personalismos, la escasa experiencia de algunos de los dirigentes políticos, y las tensiones internas que se viven en los partidos.

Pedro Sánchez está "perdido en combate", como decía un ex dirigente de su partido, que añadía que desde el 26 de junio mantiene la actitud que él tanto criticaba a Rajoy, quitarse de en medio. Pero, añadía, "al menos Rajoy tenía al partido unido y detrás de él; Pedro, en cambio, se encuentra con un PSOE absolutamente dividido, sin rumbo … y que desde luego no le sigue de forma unánime". Tampoco bajan las aguas muy tranquilas en Podemos. No solo por el distanciamiento tan evidente entre Pedro Sánchez y Errejón, agravado estos días pues se ha evidenciado la falta de comunicación entre ellos cuando uno no hace partícipe al otro de las negociaciones que lleva con otros partidos. También están revueltas las confluencias, que quieren más protagonismo -no solo grupo parlamentario propio- al advertir que la marca Podemos no es tan sólida como suponían.

Rivera daba a entender que esperaba que en la ronda de conversaciones de la semana próxima el Rey hiciera algunas "indicaciones" sobre cómo facilitar la formación de un nuevo Gobierno, que es asunto urgente por todo tipo de razones. No va a ser así, pero las "indicaciones" han llegado desde otras filas, una cuarentena de políticos e intelectuales que han pedido un poco de cordura, más sentido de la responsabilidad y menos protagonismos, que no se bloquee la formación de un nuevo gobierno. No aparece el nombre de Pedro Sánchez, pero todo el mundo ha interpretado que el comunicado iba dirigido especialmente al secretario general socialista. Al que con toda seguridad ha preocupado, o dolido, que lo más destacable del comunicado es que lo firman seis compañeros suyos, seis ex ministros socialistas.

¿Le hará reaccionar? No parece. Lleva meses escuchando voces relevantes del socialismo que le dicen, como Ortega y Gasset, "No es esto, no es esto". Pero no hace caso a nada ni a nadie.

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