Cultura

España peregrina

  • La Biblioteca del Exilio publica un nuevo volumen dedicado a los viajes y retornos, históricos o literarios, de los escritores desterrados tras la derrota de la República.

El exilio republicano de 1939. Viajes y retornos. Varios Autores. Edición de Manuel Aznar Soler, José-Ramón López García, Francisca Montiel Rayo y Juan Rodríguez. Biblioteca del Exilio. Renacimiento. Sevilla, 2014. 716 páginas. 40 euros.

Con más de veinte años de trayectoria y muy anterior, por lo tanto, a la controversia sobre la memoria histórica que ha marcado la actualidad no sólo política de los últimos años, el Grupo de Estudios del Exilio Literario, adscrito al Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha llevado a cabo una admirable labor de investigación y difusión a propósito de un tema no inabarcable, pero tan vasto que necesita del esfuerzo colectivo de decenas de estudiosos que gracias a iniciativas como la promovida por Manuel Aznar Soler, director del Grupo desde su fundación en 1993 e incansable promotor de iniciativas encaminadas a un mejor conocimiento de la materia, encuentra un cauce donde acoger y ordenar toda la numerosa información disponible. Proyectos y becas de investigación, congresos, monográficos en revistas o publicaciones propias son algunas de las actividades desarrolladas en estos años, entre las que destaca la Biblioteca del Exilio que dirige el mismo Aznar Soler y publica la editorial Renacimiento. Más de setenta títulos, entre ediciones de obras -muchas de ellas olvidadas o apenas conocidas- y estudios asociados, forman el ya imprescindible catálogo de una colección ejemplar, destinada a perdurar en el tiempo.

Coincidiendo con el LXXV aniversario del inicio del éxodo, conmemorado en 2014, este volumen hace el número 22 de los Anejos de la Biblioteca y recoge las intervenciones del V Congreso Internacional sobre el Exilio Republicano de 1939, centrado en los "Viajes y Retornos", reales o imaginados, que los transterrados -término acuñado por José Gaos para referirse a la continuidad de lengua y cultura que los españoles encontraron en México, uno de los principales destinos de la emigración- emprendieron al país que habían abandonado. 'Nostoi' era el nombre ('regresos') que daban los griegos a los cantos que narraban la vuelta al hogar de los guerreros que combatieron en Troya, raíz que conservamos en la palabra 'nostalgia' y resulta especialmente adecuada para definir el tono de muchas de las evocaciones que nos dejaron -memoria de la melancolía, como en el título de la autobiografía de María Teresa León- quienes volvieron fugazmente a España para retornar a los lugares de acogida, lo hicieron de forma definitiva antes o después de la larga noche del franquismo, o soñaron en algún momento con esa vuelta que nunca llegaría a producirse. 'Exul umbra', decían los latinos, en frase citada por Ortega: el desterrado es una sombra. Y aunque no todos, ni mucho menos, vivieron la experiencia del exilio de una forma dramática, algo hubo en sus itinerarios desviados, para decirlo con el propio Ortega, de "vida como suspendida".

Dedicado a dos grandes hispanistas recientemente fallecidos, Nigel Dennis y Carlos Blanco Aguinaga, a los que se consagran sendos anexos de homenaje, el volumen divide sus contenidos en las dos partes que anuncia el título. La primera, "Viajes", se abre con un capítulo donde se reúnen varios artículos referidos a Max Aub, sigue con otro que habla de algunos de los miembros de la llamada 'segunda generación' del exilio (Tomás Segovia, Enrique de Rivas o Federico Patán) y se cierra con un tercero que recuenta las visitas de José Herrera Petere, Jorge Guillén, Abel Paz y Ramón J. Sender. En la segunda y más extensa, "Retornos", se diferencian, como quedó dicho, los regresos reales de los imaginados, agrupados estos por géneros literarios, pero también se presta atención a las revistas y los epistolarios. Están Semprún, Barea, Andújar, Alberti o Prados, pero también muchos otros nombres menos conocidos -Antonio Espina, Rafael Altamira, Esteban Salazar Chapela o José Martín Elizondo, entre tantos otros- que forman junto a los más divulgados la populosa galaxia del exilio.

En el prólogo al volumen, los editores recuerdan el conmovedor "Adiós a la Patria" de Antonio Zozaya, reproducido en el diario de la primera expedición de republicanos a México a bordo del buque Sinaia, donde el autor madrileño se dirigía al país que dejaban atrás en muchos casos para siempre: "A ti volverán con el cuerpo o con el pensamiento, los desterrados de este mar, que nos parece de lágrimas". Imagen tópica, ciertamente, pero tan verdadera que sigue emocionando, como emocionan las mil historias de amor y lealtad a una tierra que en la distancia y con el tiempo fue adquiriendo proporciones míticas. Recuperar la memoria y los escritos, más o menos interesantes pero siempre valiosos, de la comunidad de expatriados o de sus descendientes, es una tarea de obvias implicaciones políticas que tiene también -y por eso debería ser un objetivo común, al margen de las afinidades ideológicas- una ineludible carga ética. El legado de la España peregrina -como la llamó temprana y hermosamente Bergamín, en la efímera revista así titulada- es una parte principalísima de nuestra historia reciente que dejó honda huella en las naciones hermanas y sigue siendo, aunque en buena medida desconocido, uno de los nutrientes de la cultura contemporánea.

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