Campo de Gibraltar

El ministro viene a hablar de Gibraltar... y también de su libro

"¿Quién viene?". Lo pregunta una señora. Todo el mundo se quedaba extrañado al pasar pero solo a unos pocos, como a la señora, les rebasaba la curiosidad y consultaban al primer sujeto que vieran que estaba esperando con paciencia al canciller en funciones. Habían pasado las diez de la mañana en la puerta del Ayuntamiento de Algeciras. Efectivamente, la nube de cámaras y fotógrafos y las autoridades aguardando era por Margallo. "Ah, el ministro".

José Manuel García-Margallo, el interfecto, comenzó su agenda en el Campo de Gibraltar con una recepción en el Ayuntamiento algecireño de las que prodiga en organizar el alcalde de la ciudad, José Ignacio Landaluce, razón de más si se trata de un ministro. Landaluce tuvo que esperar más de media hora a su invitado plantado en la puerta consistorial como un novio en la iglesia. No hubo novia a la fuga; llegó tarde, pero Margallo arribó.

Abrazos y cariñosos saludos, algunos con exceso de efusividad. Cuando entraba al Consistorio un señor interpeló al ministro con el brazo extendido y en alto y un "arriba España". Un agente de seguridad lo echó amablemente a un lado.

Sin dilación, Landaluce y Margallo, y el delegado del Gobierno, Antonio Sanz, subieron hasta el histórico salón de plenos, flanqueados a pie de escalera por dos policías locales con uniforme de gala, señal de que la visita de ayer era de las gordas. Un inopinado aplauso de los presentes recibió a Margallo en la cámara en la que se celebró la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906 y la capilla ardiente de Paco de Lucía, como le mencionó el regidor a su compañero de partido.

Los presentes, autoridades y representantes civiles y militares, llenaron el salón. De la corporación municipal acudió la aún concejala de Algeciras Sí Se Puede María José Jiménez, pero no los otros dos ediles de la agrupación de Podemos. Tampoco estuvo Izquierda Unida.

Sí estaba por allí Leoncio Fernández, antiguo patrón mayor de la cofradía de pescadores de La Línea, que precisamente hoy ha sido citado por la Corte de Gibraltar para determinar su supuesta implicación en la extracción en el verano de 2014 de uno de los bloques de hormigón arrojados al mar un año antes por el Gobierno de Fabian Picardo. Tras el acto Margallo lo saludó.

El acto consistió en la imposición de la insignia de Algeciras y en su firma en el libro de honor. Bueno, en el libro de honor del municipio y en su libro, el de él, el de Margallo. Se llama Todos los cielos conducen a España: cartas desde un avión. Le acercaron el ejemplar de Landaluce y el ministro se lo dedicó.

Y es que un instante antes Margallo había hablado de su creación epistolar. Confesó que su gabinete le había indicado que no tendría que dar ningún parlamento, pero al ver el recibimiento, pues poco menos que se sintió obligado y en la improvisación hizo referencia a su obra.

No duró mucho la visita. Y es que la agenda iba ya con retraso y algún asesor empezó a recordarlo. En el trayecto de salida, Margallo hasta se hizo un selfie.

Por cierto, que lo puso en el libro de honor fue: "Con cariño y agradecimiento a José Ignacio Landaluce, alcalde, compañero y amigo. Con mi compromiso permanente con Algeciras, el Campo y España".

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