Aura Garrido. Actriz

"No se le pregunta lo mismo a un actor que a una actriz. Debemos hablar de eso"

  • La intérprete, que estrena el viernes 'Asesinos inocentes', del andaluz Gonzalo Bendala, lamenta que a las mujeres se dirijan, "a veces, las preguntas superficiales, sobre la estética".

Asesinos inocentes, el debut en el largometraje del director sevillano Gonzalo Bendala, llega este viernes a los cines con la fortuna de contar con Aura Garrido (Madrid, 1989) en su reparto. El profesor Espinosa (Miguel Ángel Solá), un hombre hundido por el peso de la culpa, ofrece un pacto a un alumno que se encuentra en una situación desesperada (Maxi Iglesias): le concederá el aprobado si le quita la vida. La sensata Nuria (el papel de Garrido), compañera de la facultad, se verá inmersa en un enredo en el que ningún intento de asesinato se materializa, como ocurrió en aquella historia de tiempos de la Ley Seca en la que se inspira el libreto. La actriz de Los ilusos y Stockholm, la Amelia Folch de El Ministerio del Tiempo, saca unos minutos a la hora del almuerzo, en medio de la intensa promoción de su último trabajo, para hablar con este periódico. La inteligencia de sus observaciones parece apuntar que no es sólo una de las intérpretes más cualificadas de su tiempo, sino también una buena conversadora con una perspectiva propia del oficio.

-Nuria, su personaje, podría haber sido la chica de la película en medio de un reparto tan masculino, pero escapa de eso en varios sentidos: hay cierta independencia en su carácter, esconde un trauma... ¿Todo eso estaba ya en el guión o hubo aportaciones suyas?

-Eso estaba en el guión, y a mí es una de las cosas que me parecen más interesantes de ella, que no está planteada como la chica del protagonista. Está escrito como un personaje más de la historia, ella tiene un papel en lo que ocurre del mismo modo que el resto de amigos. De hecho, la historia de amor entre Garralda y ella no es lo importante, se va intuyendo con las cosas que van pasando, pero no queda como algo explícito en escenas románticas. Ella tiene un peso propio, sí.

-El director quería esta combinación tan hitchcockniana de suspense y comedia negra. Pero para un actor parece difícil encontrar el registro adecuado.

-Sí, es complicado por eso, sobre todo porque no sabes muy bien si estás en el tono en el que tienes que moverte, pero para eso está el director, y lo que toca es confiar ciegamente en él. A mí, y eso es una cosa común con el resto de actores, me atrajo el guión, me parece que está bien escrito, que es muy interesante con esa mezcla de códigos, de géneros muy distintos. Nos apetecía contar esa historia, y luego, cuando conocimos a Gonzalo, nos dimos cuenta de que tenía muy clara la película en su cabeza, y que sabía muy bien lo que quería hacer. Eso daba seguridad. Y todos los rodajes tienen sus partes complicadas, pero él, además, tiene un carácter maravilloso y eso lo hace todo más fácil.

-Gonzalo Bendala aseguraba en una entrevista a este periódico que, en el rodaje, se le notaban a Miguel Ángel Solá todas las películas que lleva detrás, y que fue una suerte de referente para todos.

-Sí, totalmente, fue el maestro. Y a todos los niveles: en el vital también. Aparte de un actor fantástico, es una persona increíble. Es un maestro, sí. Y todos tuvimos mucha suerte de poder compartir esta película con él.

-Hablando de gente a la que admira, ¿quién más entraría en ese saco? Aparte del pianista Ivo Pogorelich y de Billy Wilder, por los que ya ha manifestado en otras ocasiones su fascinación...

-Mucha gente. ¿De mi profesión o en general? Ahora no sabría elaborar una lista, pero diría que admiro a la gente que es valiente con sus vidas y sus carreras, que se resiste a algo más establecido e intenta ir más allá, que busca algo que tiene más que ver con su verdad personal. Tomar ese riesgo es admirable, no es fácil.

-Usted estudia Antropología. La universidad por la que se mueven los personajes de Asesinos inocentes no le queda tan lejos.

-La estudio con mucha, mucha calma. Estoy haciendo la carrera a distancia, o sea que la universidad, tal como se cuenta en la película, no la piso.

-De Antropología le interesan especialmente los temas de género, y eso le dará una perspectiva diferente de ese circo de las alfombras rojas o de algunas entrevistas donde le preguntan, no sé, qué champú usa...

-Sí [ríe]. Hay preguntas que, la verdad, no sé responder. Pero es parte de mi trabajo: en la industria entran muchos detalles, no es sólo actuar, por suerte o por desgracia. Tienes que adaptarte a esas historias te gusten más o menos, concuerden más contigo o no, pero también forman parte del trabajo que tienes que hacer. Pero creo que es importante el momento que estamos viviendo, que por ejemplo en las entrevistas te empiecen a preguntar por el tema, como estás haciendo tú ahora. Eso implica que hay una voluntad de cambio, una atención hacia un tema que antes pasaba desapercibido.

-Hubo voces que animaron el debate, como Cate Blanchett, que denunció que a las actrices se las juzgaba por las apariencias y no por el talento.

-Creo que es importante que nos demos cuenta de que no se le hacen las mismas preguntas a un hombre que a una mujer, que debemos hablar de esa desigualdad. A veces, a las mujeres se dirigen las preguntas más superficiales, más relacionadas con la estética, y reservan las cuestiones más profundas o elaboradas a los hombres. Esto pasa mucho también con los personajes, que los más complejos son los masculinos y las mujeres somos un mero acompañamiento. En todo eso hay una tendencia de cambio, que a mí me alegra muchísimo, pero nos queda mucho camino por recorrer.

-En su carrera ha combinado hasta ahora proyectos más comerciales con otros más artísticos, con cine casi de guerrilla. ¿Ese equilibrio es premeditado, o ha sido el azar, las propuestas que le iban llegando, lo que lo ha favorecido?

-A mí me interesa mucho la variedad, mezclar esas dos vertientes de las que hablas, pero también yo he tenido mucha suerte con los proyectos que me han llegado, con que me ofrecieran una gran diversidad de personajes y de historias. Pero para mí es importante compaginar trabajos diferentes.

-Tuvo suerte con El Ministerio del Tiempo. La televisión española no suele arriesgar mucho, y esa era una serie diferente.

-Sí, sí. [Se hace un silencio en el que el entrevistador espera que diga algo de la continuación de la serie, y Aura Garrido lo intuye] Todavía no podemos contar nada de la segunda parte, porque fundamentalmente no sabemos nada.

-En los últimos años se ha afianzado como una de las actrices más respetadas de su generación. ¿En algún momento sintió vértigo por cómo se desarrollaban los acontecimientos?

-No, he tenido la suerte de ir encadenando cosas buenas, y puede dar la impresión de que mi carrera ha ido muy rápido, pero yo lo he vivido de otro modo. Me ha permitido adaptarme a la vida pública poco a poco, es algo que valoro mucho porque no es fácil lidiar con esa parte de repente, y yo he tenido la fortuna de ir incorporando ese aspecto, no enfrentarme a él de golpe.

-Por Twitter sabemos que le entusiasmó Los exiliados románticos, de Jonás Trueba, con quien usted trabajó en Los ilusos. Sería bonito que coincidieran de nuevo.

-Ojalá colaboremos otra vez. Somos amigos y me encantaría. Jonás es maravilloso.

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