Baltasar Garzón

"Soy respetuoso con la Justicia, aunque a veces cuesta serlo"

  • A la espera de juicio por investigar los crímenes del franquismo y con otros dos procesos pendientes, el juez considera su situación "inverosímil, paradójica y contradictoria" · "Yo no se la deseo a nadie", afirma

Con 25 años y las oposiciones a juez recién aprobadas, Baltasar Garzón (Torres; Jaén, 1955) desembarcó en Valverde del Camino (Huelva) en 1981. Fue durante un periodo breve de seis meses, pero suficiente para integrarse en una localidad a la que sigue vinculado a través de un íntimo círculo de amigos. Junto a algunos de ellos forma parte de Los Piltrafas, una asociación cultural de la que el magistrado es presidente de honor. El jueves pasado recibió de su Ayuntamiento el título de Hijo Adoptivo, con el voto del PSOE y la abstención del PP.

La entrevista se celebra a primera hora de la tarde del jueves. Garzón ha viajado hasta Valverde ese mismo día desde La Haya, sede de la Corte Penal Internacional, tras haber hecho una breve escala en Sevilla por motivos personales. Está suspendido de forma transitoria de sus funciones como magistrado de la Audiencia Nacional tras ser imputado a causa de tres querellas que instruye el Tribunal Supremo: por ordenar la grabación de las comunicaciones en prisión de los cabecillas de la trama Gürtel, por declararse competente para investigar las desapariciones durante el franquismo y la Guerra Civil y por el dinero recibido del Banco Santander para impartir unos cursos durante su estancia en la Universidad de Nueva York.

Se despoja de la chaqueta, toma asiento y bebe un sorbo de agua. El martes pasado, la Sala Segunda del Supremo rechazó su petición de nuevas pruebas en la causa sobre los crímenes del franquismo. Al tiempo que se desarrolla la conversación, se conoce que el Supremo ha pedido que se investiguen a fondo las cuentas bancarias del juez. No oculta cierto enojo tras conocer la noticia, pero se muestra tranquilo y rotundo por el resultado de las indagaciones. "Si me hubiesen preguntado se habrían ahorrado el trámite, les hubiese dado gustoso toda la información. No he cobrado un céntimo más de lo que me correspondía", afirma.

-En La Haya ya no está en la primera línea de fuego.

-Es diferente, es diferente. Mi trabajo es estar en las investigaciones, pero más bien ayudando a diseñar cómo se deben hacer, cómo armarlas, cómo buscar las pruebas.

-Trabajo no le falta: muchos crímenes en muchos países.

-Sí. En la región de los Grandes Lagos de África, en zonas de Asia como Afganistán y también en Latinoamérica, aunque no en tareas de investigación, pero sí de diligencias preliminares, como en Colombia o en Honduras. No se investiga a estados, porque así lo determina el Estatuto de Roma, sino a personas concretas con más o menos relevancia por genocidio, crímenes de lesa humanidad…

-¿Cuánto tiempo espera estar ejerciendo esas funciones?

-Bueno, de momento son siete meses, que vencen en diciembre, y ya veremos qué sucede: si se prorroga la estancia o si se da por finalizada. Depende de las circunstancias.

-¿Se lo toma como un destierro voluntario o involuntario?

-¡De voluntario no tiene nada! Es consecuencia de mi suspensión [como magistrado de la Audiencia Nacional]. Es verdad que el ofrecimiento para irme a la Corte era anterior porque el fiscal Moreno Campo me había pedido que pasara un tiempo allí, ayudándole y colaborando con él, pero por circunstancias de las investigaciones que yo llevaba a cabo en España no pude hacerlo antes, más allá de colaboraciones puntuales de algunos días. Ahora, como las circunstancias han cambiado y no tenía ningún tipo de función jurisdiccional en España, he aprovechado la situación. La verdad es que está siendo muy interesante.

-Este pueblo, Valverde del Camino, fue su primer destino como juez. ¿Qué sensaciones tenía entonces?

-Se abría todo un mundo para mí. Tenía entonces 25 años y era iniciar mi andadura como juez, que era lo que quería ser. Era la inseguridad de lo desconocido pero también la atracción por comenzar la profesión por la que tanto había luchado. Era una tierra que no conocía, pero un juez que había ejercido aquí, don José Muñiz, me aconsejó que pidiera esta plaza y le hice caso. La verdad es que se lo agradezco. Fue un periodo muy intenso porque el juzgado llevaba varios años sin titular y lo cubría un juez de distrito, el cual hacía lo que podía. Fue trabajar y trabajar, pero tuve la oportunidad de conocer a la gente de Valverde y del Andévalo, que me llenaron plenamente desde un punto de vista cultural y permanente, hasta el punto de que mantengo una relación continuada.

-Fue un periodo breve, pero usted echó raíces aquí.

-Los buenos amigos de entonces siguen siéndolos, he hecho otros nuevos y las relaciones han ido fortaleciendo esas raíces. Cuando la buena gente existe, es fácil que germine el árbol de la amistad.

-¿Qué significado para usted su nombramiento como Hijo Adoptivo de Valverde?

-Para mí es un reconocimiento de los que llegan muy adentro, porque amén de las circunstancias que lo hayan motivado, viene a significar que un municipio como Valverde quiere hacer un reconocimiento a un profesional que defiende una serie de valores con los que se identifica. Para mí es un honor que pueda aspirar a compartir estos valores con los valverdeños.

-Es una distinción acordada por un gobierno municipal dirigido por el PSOE, partido donde usted tiene bastantes enemistades.

-Eso no tiene nada que ver. El Ayuntamiento de Valverde del Camino representa a sus ciudadanos y su gobierno municipal ha decidido tomar esa iniciativa, la cual agradezco, como también se lo agradezco a quienes han decidido no participar en la misma. Eso es la democracia. La amistad o enemistad en términos políticos, yo no la valoro. No tengo enemigos, que yo sea consciente, en el PSOE o en cualquier otro partido. Quizá haya personas que no compartan mi forma de pensar o de actuar.

-Pero enemigos de peso tiene usted, y muchos, derivados de su actividad profesional.

-Cualquier persona que asuma decisiones y que tenga claro qué debe hacer, que quiera hacer compatible lo que dice y lo que hace, siempre va a tener enemigos, pero no me preocupa demasiado. Me preocuparía no tener amigos, pero enemigos no porque siempre te puedes enfrentar a ellos.

-Usted ha tocado todos los frentes.

-Yo siempre he sido muy respetuoso en mi ejercicio como juez con aquellos que han sufrido las consecuencias de mis investigaciones. Cualquier imputado tiene derecho a dirigirse al juez que instruye unas diligencias para mostrarle sus discrepancias, pero ahí se acaba la historia. Yo no voy a discutir nunca con un imputado. No ofende quien quiere sino quien puede.

-Usted ha llevado a la cárcel a destacados etarras, reabrió la investigación sobre el GAL, hizo posible la retención de Pinochet en Londres, sacó a la luz muchos de los crímenes de la dictadura argentina, ha dirigido importantísimas operaciones anti-droga, ha acorralado a la mafia rusa... No se va usted por las ramas a la hora de trabajar.

-Hay quien dice que la valía de las personas se constata por la importancia de sus enemigos. En ese caso, yo no estoy en mala posición. Un juez, cuando investiga unos hechos, no debe fijarse en la importancia de los enemigos, sino en averiguar la verdad. Eso no quiere decir que sea igual investigar el hurto de una bicicleta que una trama de corrupción o un hecho de terrorismo porque los intereses en juego son diferentes. Eso puede volverse en contra tuya, como de hecho está sucediendo.

-En 2004 y coincidiendo con la guerra de Iraq, usted se dirigió a los políticos con un "no mientan más" en un artículo en El País titulado Tiempo de Canallas, en alusión al libro de Lillian Hellmann, sobre la caza de brujas del senador McCarthy. ¿Tan descreído acabó usted tras su experiencia política?

-No, para nada, para nada. Yo siempre he reconocido mi… (pausa) mi error, mis contradicciones. Cuando hice esa afirmación estaba en un contexto muy determinado y venía a decir que los políticos tienen la obligación de trabajar por los ciudadanos y de decir la verdad, pero no solo la clase política. En alguna medida, esa reflexión también se podría aplicar en cuanto a caza de brujas a los tiempos actuales, pero es un tema en el que no quiero entrar.

-¿Cómo afronta la decisión tomada por el Supremo esta semana al rechazar las nuevas pruebas que usted había pedido para su defensa en la causa sobre la investigación de los crímenes del franquismo?

-Bueno, soy un hombre respetuoso de la Justicia, aunque a veces cuesta serlo. En este caso no comparto la decisión. El escrito de mi abogado, de mi defensa, era muy documentado y exhaustivo. Ponía sobre la mesa una serie de cuestiones que deberían aportarse al procedimiento para que el Tribunal pueda formarse su juicio. Inicialmente se solicitó el sobreseimiento porque estimamos y estimo que no hay ningún hecho delictivo. Quisimos aportar las diligencias necesarias para demostrar esa convicción y no ha sido así. Hemos vuelto a pedir esas pruebas para el momento del juicio oral y veremos si se admiten entonces, pero respeto las decisiones del Supremo.

-Parece difícil que ese recurso se vaya a aceptar teniendo en cuenta que los jueces que han desestimado este recurso son los mismos que le van a juzgar.

-Sería un juicio de intenciones por mi parte valorar lo que va a ocurrir. Prefiero los hechos contrastados.

-Pero no deja de ser curioso que los jueces que resuelven los recursos y los que juzguen sean los mismos.

-No lo sé, de momento estamos en la fase en la que estamos.

-¿Agotará todos los recursos a su alcance para defender su inocencia?

-Mi inocencia está acreditada. Hay un principio constitucional que consagra la presunción de inocencia. Deberán demostrar los delitos, no yo mi inocencia, que la tengo. Pero sí, si es preciso, agotaré todos los recursos, en todos los casos.

-La consecuencia es que usted volverá a los juzgados españoles antes de final de año, aunque sentado en el banquillo de los acusados.

-Bueno, no es agradable para nadie estar imputado. Yo, que he estado siempre al otro lado de la mesa, sé que no es agradable, mucho más si tienes la convicción de que no deberías estar ahí. Esa es la situación y habrá que afrontarla con toda la tranquilidad y la conciencia de que va a haber la oportunidad de aclarar todas las cuestiones.

-¿Ve su situación como un mal sueño, como un complot?

-No quiero calificarla. No es agradable, pero sí es un poco inverosímil, paradójica y contradictoria y, desde luego, yo no se la deseo a nadie. Aquellos que la han propiciado deberán reflexionar.

-¿Ve como una paradoja que usted esté trabajando en la Corte Penal Internacional sobre los crímenes contra la Humanidad y que en España se le impida investigar los crímenes del franquismo?

-Yo ahí no quiero entrar por respeto a la situación en la que me encuentro. Lo que he dicho consta en mi declaración: siempre he pensado que los crímenes contra la Humanidad, en los casos en los que se aplica el principio de Justicia Penal Universal, deben ser siempre investigados como mecanismo contra la impunidad. Lo digo ahora y lo decía en 1996, cuando empecé a investigar los crímenes cometidos en Argentina. Y lo voy a seguir diciendo, hasta el final.

-¿Cree que en España se ha dado un paso atrás en este sentido al limitarse las investigaciones de estos crímenes a los casos en los que haya ciudadanos españoles?

-Bueno, evidentemente, la ley de noviembre del año pasado ha reducido el ámbito de aplicación de la Ley de Justicia Penal Universal. No es lo mejor que se debería haber hecho, pero es la realidad. De todas formas, hay mecanismos para interpretar esa ley y así lo dijo el Defensor del Pueblo cuando no apoyó un posible recurso de inconstitucionalidad. A su juicio, no hay que interpretar de forma restrictiva la ley, sino positivamente, con un sentido pro actione, y con eso me quedo.

-¿Qué mejoras necesita la Justicia en España? ¿Habría que cambiar, por ejemplo, el sistema de elección de los miembros del Tribunal Constitucional o del CGPJ, dos ámbitos que son habituales escenarios de lucha por el poder político?

-Es algo que siempre está sobre la mesa. El sistema de elección de los miembros del CGPJ no me parece mal, con la elección por parte del Parlamento; la cuestión está en el desarrollo de la función que hagan los miembros de ese Consejo. El que un partido político proponga a una persona no quiere decir que esa persona deba vincularse a los criterios de ese partido.

-Pero eso es, en definitiva, lo que ocurre.

-Eso depende de cada persona y en eso no podemos entrar. Lo que sí pediría es que esos mecanismos de elección funcionen como deben: tiene que haber una renovación del Tribunal Constitucional desde hace mucho tiempo y no es defendible que no la haya por unas causas ajenas al propio órgano. Establecer mecanismos para agilizar esas renovaciones no estaría de más. Yo no soy partidario de muchas modificaciones, sino de que las que haya sean las justas, pero algunas sí son necesarias.

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