Identidad lingüística La imagen de las hablas andaluzas fuera de la comunidad

La guasa con el andaluz

  • Los reproches de la parlamentaria del PP Montserrat Nebrera al acento de la ministra de Fomento Magdalena Álvarez reabren el debate sobre la consideración del español hablado en Andalucía

"Los tópicos no sirven sino para enturbiar las aguas", escribió el filólogo Manuel Alvar en su artículo La lengua como libertad. Un tópico, el del andaluz mal hablado, -vociferado por la parlamentaria catalana del PP Montserrat Nebrera en una tertulia radiofónica para criticar a la ministra de Fomento, la malagueña Magdalena Álvarez- reabrió esta semana el debate sobre la consideración social del habla andaluza. "De chiste" le parece el acento andaluz a la diputada catalana, de abuelos jiennenses y expedientada por su partido por estas declaraciones. Unas palabra que retornan a la polémica una idea estereotipada que se creía superada.

"Este tópico del andaluz como el que habla mal español conlleva el razonamiento de que quien habla mal piensa mal y, por tanto, es un incapaz", reflexiona el sociolingüista Pedro Carbonero, catedrático de la Universidad de Sevilla. Esta idea que se ha ido forjando desde que en los siglos XVI y XVII cobraran fuerza los rasgos diferenciadores del castellano que se habla en Andalucía. "Una modalidad siempre disidente con la oficialidad y que ha llevado a asociarla a un uso incorrecto", argumenta Carbonero.

Críticas de las que ni se libró Antonio de Nebrija cuando en 1492 escribió la primera gramática española, ya que el humanista Juan de Valdés le acusó ser de Andalucía "donde la lengua no es muy pura". Pero también son numerosos los textos que loan el habla de los de aquí. Manuel Machado consideró que "el mejor castellano, el más rico y sabroso castellano del mundo se habla en Andalucía". Y para regodeo de los chovinistas, el gallego Gonzalo Torrente Ballester dijo que en el sur "se habla el mejor castellano, con independencia de su pronunciación".

Pero, ¿es incorrecto aspirar la s implosiva, sesear o cecear o realizar una pronunciación más suave de la jota? Cualquier filólogo respondería que no, otra cosa es el valor que la sociedad le dé a esa pronunciación. "La culpa fundamental es de los propios andaluces, que hablamos en andaluz para el chiste y para decir algo serio cuidamos tanto la dicción que nos pasamos a la norma del norte. Sólo tiene que ver la televisión pública andaluza, donde se exagera el acento en un programa de chistes y luego en el informativo se intenta disimular", afirma José María Vaz de Soto. Este escritor y filólogo, uno de los abanderados en la defensa del prestigio del habla andaluza, considera "un auténtico disparate, un tópico del tópico" decir que las distintas modalidades del español hablado en Andalucía no se entienden fuera de la comunidad. Todos los filólogos coinciden, además, que en caso de incomprensión más responsabilidad habría que achacar al que escucha que al que habla.

Lengua es identidad y el cómo se ven a los andaluces fuera de la comunidad, y cómo se valoran ellos mismos, tiene mucho que ver con cómo se aprecia su acento. Y los españoles consideran a los andaluces alegres, graciosos, juerguistas, charlatanes y hospitalarios, según un estudio sobre estereotipos regionales elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Pero es que los andaluces coinciden en los mismos calificativos para describirse. "Sobre el andaluz hay tal cantidad de estereotipos que son casi imposibles de desarraigar", dice Antonio Narbona, catedrático de Lengua Española de la Universidad de Sevilla y correspondiente en Andalucía de la Real Academia. Narbona recuerda, además, que los tópicos "nacen fuera, pero se alimentan dentro".

"El habla andaluza sólo se dignificará cuando se utilice en las tribunas públicas", defiende Vaz de Soto. El catedrático Pedro Carbonero reconoce que no será fácil conseguir un cambio rápido en la percepción social del español hablado por los andaluces, aunque empieza a percibir cambios: "Vivimos en un momento de respeto a la identidad, también la lingüística; además, tengo la sensación de que hay mucha más sensibilidad social en Andalucía, ya la gente defiende su modo de hablar como algo digno de todo respeto".

En cualquier caso, los catedráticos coinciden que el desprestigio no está en el andaluz, sino en un determinado modo de hablar en Andalucía por personas con un bajo nivel de instrucción y competencia oral y escrita. "Lo que tiene poca consideración es una forma de hablar de un grupo de andaluces que, por desgracia, son también los más desafortunados, no sólo idiomáticamente", sostiene Narbona, que preside el Seminario Permanente del Estudio del Habla Andaluza y que acaba de concluir para el Centro de Estudios Andaluces el libro La identidad lingüística de Andalucía. "¿Qué determinados rasgos de pronunciación no gozan de prestigio? Sí, pero así es aquí y en otras regiones. El mal llamado complejo de inferioridad no es exclusivo de esta comunidad", mantiene el profesor que recuerda que hace un siglo el 70% de la población andaluza era analfabeta.

Al arrancar el siglo XXI la situación es completamente distinta. El analfabetismo prácticamente ha desaparecido, las hablas andaluzas gozan de reconocimiento en el Estatuto de Autonomía -"aunque mal redactado en su articulado", matiza Narbona- y la Real Academia de la Lengua recoge la riqueza del léxico de la comunidad. Su diccionario incluye 900 palabras de origen andaluz, tantas como las que provienen de Colombia, con cinco veces más población. Y mientras en la Península renacen "rifirrafes sin trascendencia", como califica Narbona lo ocurrido esta semana con el andaluz, el centro del español está ya en América con casi 500 millones de hablantes.

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