Algeciras

La Capilla de la Dehesa de la Punta

  • La dificultad de los campesinos establecidos en los campos de acudir a misa llevó a que en 1775 el presbítero Pérez Cruzado elevase al Ayuntamiento una petición para que le concedieran autorización para crear una capilla

Desde la incorporación de los términos de las Algeciras en 1462 a la recién conquistada ciudad de Gibraltar, las tierras que hoy constituyen el término municipal algecireño estuvieron ocupadas por vecinos de la Roca que tenían a este lado de la Bahía sus campos de cultivo, dehesas para la estancia y sustento del ganado y cortijos cuyos nombres han llegado hasta nosotros, como el Cortijo de las Monjas y el de Algeciras y las dehesas de la Punta y del Novillero. Los abruptos terrenos situados entre Getares y Punta Carnero, aterrazados como aún puede observarse en la actualidad, aunque muy erosionados, se dedicaban a la siembra de viñas que, según manifiesta Alonso Hernández del Portillo a principios del siglo XVII, junto a los viñedos situados en torno a San Roque, daban vinos de excelente calidad que se exportaban por mar a Flandes, Inglaterra, Francia y muchas partes de España.

Después de la pérdida de Gibraltar en 1704 y del nacimiento de las nuevas poblaciones de San Roque, Los Barrios y Algeciras, los terrenos situados en las laderas de los montes cercanos a Getares continuaron cultivándose y sembrándose de viñedos, como se puede comprobar en la documentación conservada en el Archivo de Protocolos Notariales, y produciendo vinos hasta la decadencia y desaparición de este cultivo en la zona a causa de la plaga de filoxera en el siglo XIX.

La cita de los vinos "de la Punta" y los topónimos relacionados con el cultivo de la vid como "Viña Luna" o "Viñalona", "Viña Grande" -donde se localizaba la capilla- o la "Cala de la Parra" son evidencias de la pujante actividad vitivinícola que hubo en la Algeciras del siglo XVIII.

A mediados de la mencionada centuria, los numerosos campesinos, fervientes católicos, establecidos en los campos de Getares y de Punta Carnero tenían enormes dificultades para asistir a la misa de los domingos o acudir a cualquiera de los actos y ceremonias que las iglesias de la ciudad ofrecían a los fieles, así como a recibir, ellos y sus hijos, la enseñanza católica. No sólo la lejanía de aquellas tierras de labor de Algeciras les impedía oír la Santa Misa los días festivos, sino que durante el invierno los caminos se volvían intransitables imposibilitando el traslado a las iglesias algecireñas o recibir los santos sacramentos en caso de grave enfermedad o que se atendiera cristianamente a los fallecidos. Por esos motivos, en 1775 el presbítero Antonio Pérez Cruzado elevó al Ayuntamiento de la ciudad una petición con el objeto de que se le concediera autorización para edificar una capilla dedicada a la Santísima Trinidad, a Nuestra Señora del Rosario y a San Nicolás de Bari en la Dehesa de la Punta y poder atender a las necesidades religiosas de los colonos que residían en aquel apartado lugar.

El 15 de abril de aquel año el Consistorio le concedió el permiso solicitado, nombrándolo capellán de la iglesia que se iba a construir. El obispo de Cádiz, Fray Tomás del Valle, también concedió la correspondiente licencia eclesiástica para la erección de la capilla.

Existe constancia documental de que la iglesia se hallaba en construcción en el mes de octubre de aquel año. Según relata Pérez-Petinto, cuando aún no habían finalizado los trabajos de edificación, el capellán se quejó ante el Consistorio por los desaires y los disgustos que le causa diariamente Sebastián de Sanjuán, alarife que estaba a cargo de las obras y que, por tal motivo, hacía dejación de su cargo cediendo el dinero que había gastado hasta ese día a la capilla. Sin embargo, el Ayuntamiento no accedió a su renuncia y teniendo en cuenta la virtud, el celo y caridad como tiene acreditado en el servicio de los pobres de la caridad, acuerda no admitir la renuncia por conocer lo utilísimo que es para dicha capilla, y más, por cuanto este empleo no le puede producir otra satisfacción que la del servicio a Dios en que se ocupará, como se ha ocupado, enseñando la doctrina a los colonos pobres de la Punta que no pueden venir al pueblo y socorrerlos en las calamidades.

Gracias a un memorial entregado al Ayuntamiento de Algeciras el 21 de agosto de 1778 por el capellán de la Capilla de la Dehesa de la Punta, Antonio Pérez Cruzado, sabemos que éste dio cuenta de que, en esa fecha, la iglesia se hallaba ya terminada. También se adjuntaba un decreto de Fray Juan Bautista Cervera, obispo de Cádiz desde 1777, por el que se facultaba a Bernardo Narciso Pérez, vicario de la ciudad, para que visitara la capilla y la bendijera cuando estuviera bien dotada de los necesarios ornamentos y demás objetos litúrgicos.

A partir de esa fecha consta que se estuvieron celebrando los cultos propios de la iglesia en la capilla hasta que fue desamortizada y vendidas las tierras en las que se asentaba. Abandonada a partir de los años treinta del siglo XIX, en las décadas siguientes se utilizó como cabreriza por los labradores, estando arruinada cuando el cronista Manuel Pérez-Petinto escribió su Historia de Algeciras en 1944.

descripción del edificio La Capilla de la Dehesa de la Punta o de la Santísima Trinidad se hallaba situada en la cima del monte que cierra la ensenada de Getares por el Sur, en la zona conocida como "Viña Grande". Para su construcción se aprovechó una antigua torre almenara que remataba aquel cerro a la que se añadió un cuerpo delantero de planta cuadrada, similar en dimensiones a la base de la torre, y dos dependencias, una a cada lado, también de planta cuadrada, todo ello con mampostería de sillarejos unidos con mortero de mala calidad. La del lado de la Epístola se dedicó a residencia del capellán y la del lado del Evangelio a sacristía. La planta resultante se asemejaba a las de las ermitas de época visigoda. Aunque arruinado, aún puede apreciarse la estructura original del edificio.

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