Pantalla de calor

Quejarse del tiempo, por su inclemencia feroz, es una manera de rebelarse al designio de los días inhóspitos

Que el parte meteorológico -el tiempo del tiempo- se convierta en el espacio con más audiencia de los noticiarios no solo es razón del atractivo de quienes lo presentan con el reclamo de la gesticulación, sino de la prevalencia de un calor canicular. Por eso anda el personal, la gente sin segundas intenciones, hablando del tiempo. Sin que sea el caso de un recurso para predisponer las palabras que se quieren compartir, o de decir algo de compromiso cuando poco se desea hablar. Quejarse del tiempo, entonces, por su inclemencia feroz, que reblandece el entendimiento, abotarga la sesera o achicharra la voluntad cuando no la desquicia con la solanera, es una manera de rebelarse al designio de los días inhóspitos. O acaparar las redes sociales con las más variopintas ocurrencias -cuánto podría lograrse si tal ingenio se aplicara a cosas menos chuscas- o las más protectoras causas, cual esa de poner cuencos con agua en las ventanas para que los pajarillos no caigan a tierra muertos de sed.

Pero el calor y sus resoles también resultan una pantalla que encubre o distrae porque pocas disposiciones quedan libres del bochorno, de la modorra, como para aplicarse a los asuntos ordinarios o a los que, incluso tocados por alguna relevancia, quedan sometidos al estado de excepción de la alerta naranja. Con el paso de los años, este junio flamígero será recordado asimismo por las decenas de muertes con que un fuego mortífero se cebó en las sierras portuguesas cercanas a Coimbra, por la cogida y muerte del torero Iván Fandiño en una plaza de toros de Francia, incluso por el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general de su partido. De modo que el calor provoque un doble efecto: desdibujar los acontecimientos cuando se está más pendiente de los termómetros, y propiciar el recuerdo llegado el momento de hacer balance a medio plazo, cuando ya no se raje del calor y se presenten las cosas menos desvaídas y atenuadas por la reverberación de la flama. También hace las veces el calor de circunstancia atenuante, si es que caben disculpas por tener confundido el entendimiento, o agrava las resoluciones de una voluntad torrefacta, tostada en el iracundo fuego de la canícula. Así hasta que las brisas rescaten de este purgatorio inclemente, la pantalla de calor se desvanezca y en los informativos la inestabilidad vuelva a ser asunto de los días y no pronóstico del tiempo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios