Despatarre masculino

Abierto por completo de piernas el hombre, las mujeres que están al lado se aprietan para buscar hueco

Entre las formas ligeras de la depresión, una buena amiga incluía la experiencia que acababa de ocurrirle por la mañana cuando, al tomar el autobús urbano, un veinteañero le ofreció el asiento. "He de estar haciéndome mayor", se dijo, como si la madurez de los años no trajera beneficio alguno -que por ahí vino el consuelo con que pretendí aliviarla de su aflicción-. Ante esta norma de cortesía, de urbanidad -aunque haya quien acabe teniéndola por machista si solo se aplica a las mujeres-, resulta bien rechazable el que empieza a conocerse como "despatarre masculino". Tiene esto que ver con lo que, en inglés, con término avalado por el Diccionario de Oxford, se denomina "manspreading": la postura generalmente masculina, en el transporte público, abierto por completo de piernas el hombre, mientras las mujeres que están al lado se aprietan para buscar hueco. Algunas imágenes son bien expresivas del alcance, tanto físico, explícito, como implícito de tal comportamiento cuando menos incivil. El cerrar las piernas las mujeres tiene asimismo que ver con ciertos atropellos judiciales que indagan en la resistencia a la violación, pero en las piernas despatarradas de los hombres cabe lo suyo de prepotencia, por lo que se alude a "despatarre machista". De modo que un grupo feminista ha iniciado una campaña de recogida de firmas para que, siguiendo el ejemplo de algunas iniciativas en el transporte metropolitano de Nueva York, o en Japón y Turquía, por parte del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid se tome la decisión de colocar carteles en el metro y los autobuses para sensibilizar a los despatarrados y respetar los espacios compartidos. Pocos reparos pueden ponerse, por ello, a esta iniciativa que se une al civismo de ceder espacio a las mujeres embarazadas o con niños pequeños, o a las personas mayores o con alguna discapacidad. Pero cuestión será asimismo de advertir que determinadas cuestiones superficiales, estéticas en cierto modo, se hacen categóricas o distraen cuando son otros hechos o situaciones los que merecerían más profunda atención. Poco hará falta para señalar que abrir o cerrar las piernas es una repudiable "marca de género". O para que la "guerra de géneros" se provea de munición y algunos hombres, despatarrados o no, denuncien la práctica del "shebagging", neologismo todavía no convertido, por el que se acusa a las mujeres de ocupar dos sitios con el bolso. Nada, otro cartelito a propósito.

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