También hombres para una revolución

Nos esperan mañana. Nosotros somos fundamentales. Si ellas paran, el mundo se para

Hoy, en el taxi, el señor que conducía ha insultado a una mujer conductora: ¡Han caído dos gotas y os volvéis torpecillas! Así de simple ha sido su insulto; de baja intensidad, pero machista. Y en él, en algo tan minúsculo, se encerraban miles de años de violencia, de superioridad, de patriarcado, de guerras, de mujeres asesinadas. El taxista, y con esto no hablo de todos los taxistas, el hombre que me transportaba, a mí, a otro hombre, se ha visto reforzado por mi presencia y se ha atrevido a violentar gratuitamente. Después ha sonreído, contento, orgulloso, empático con muchos otros seres machistas que seguramente circulaban a esa hora por las calles. En mis oídos, sin embargo, los de un cuarentón educado como toda su generación desde la superioridad del hombre, ha sonado como un estruendo. Me ha parecido feo, inadmisible, de otra época, absurdo, estúpido. Confieso que no siempre ha sido así, hace años igual me hubiese hasta reído, o me habría resbalado sin ningún efecto. Pero ahora no, ya no.

¿Soy ya feminista? No, evidentemente. Soy hombre, y vivo con mis privilegios de género intactos, no soy capaz de afiliar por completo la lucha de las mujeres del mundo. No he sufrido el desprecio, ni la violencia, ni la falta de sitio. Pero eso sí, con trabajo me voy quitando capas machistas como si fuera una cebolla, e intento adoptar un nuevo rol, el de un hombre igualitario. Me siento más tranquilo, más honesto, y también sufro algo del enorme dolor empleado contra las mujeres, pero aún sigo en deconstrucción.

El insulto del conductor me ha situado frente a este 8 de marzo tan reivindicativo. Creo que todos los hombres debemos responder al envite de nuestras compañeras, madres, hijas y amigas, y sumarnos de manera decidida a esa revolución de humanidad que elige la igualdad como forma de convivencia. Tenemos muchas formas de hacerlo. Nos invitan a encargarnos de nuestros hijos e hijas; a apoyar a nuestras compañeras en el trabajo compartiendo el sueldo que perderá quien secunde la huelga; a facilitar el derecho a la huelga a nuestras empleadas; a hablar de la huelga si somos maestros; a compartir los cuidados de nuestros mayores… a repensar nuestra masculinidad (y eso no tiene que ver con el sexo).

Nos esperan mañana. La manifestación central del día de la huelga es a las 19:30. Nosotros somos fundamentales. Si ellas paran, el mundo se para.

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