E style="text-transform:uppercase">l mismo día que Trump asumía esta semana la presidencia de EEUU, concluía en Davos la reunión anual del Foro Económico Mundial. Evidentemente el nuevo mandatario no ha podido acudir a esta selecta cita del poder financiero internacional, pero seguro que no desperdiciará oportunidad en años sucesivos de concentrar en su rubio flequillo toda la atención posible. Entre la incógnita de la futura política económica norteamericana y la sombra del Brexit, dicen los analistas que este Davos ha estado marcado por la desorientación. Cuesta creer que sea así, porque al modelo neoliberal globalizado que Davos ha promovido y respaldado lo que le sobra, precisamente, es certeza en su rumbo, que es este: con tal de que siga habiendo beneficios para unos cuantos, poco importan las personas, la democracia y hasta el mismísimo planeta que nos alberga.

No hay escenario alguno, por tremendo que sea, que haga pensar en un giro. Ni la crisis ambiental creciente, cuyas consecuencias visibles ya experimentamos a golpe de desastres climáticos; ni la incapacidad para llegar a soluciones políticas ante graves problemas migratorios; ni los datos alarmantes sobre el aceleramiento de la desigualdad social en todo el mundo… Justo antes del Foro, Oxfam ha dado a conocer un informe donde se denuncia que ocho personas -todos hombres- poseen en la actualidad una riqueza igual a la de 3.600 millones de seres humanos, la mitad de la población mundial. El año pasado esos millonarios eran 62.

No, esta gente no se va a mover ni un ápice. ¿Hacia dónde mirar, entonces? Hacia los que ni se callan, ni se conforman. Hacia los que no van a quedarse quietos esperando la catástrofe anunciada, aunque solo sea por instinto de supervivencia. Ayer se escucharon gritos en muchas ciudades europeas contra los mal llamados tratados de libre comercio -TTIP, CETA y TISA-, que favorecen los intereses de las transnacionales mientras atan las manos de los gobiernos; es decir, que ahondan el surco que se traza en Davos. La campaña de oposición ha logrado retrasar y en muchos casos modificar ciertos aspectos del CETA, el Tratado que primero va a ratificarse. Y miles de organizaciones sociales han movilizado a sus simpatizantes y afiliados para defender una economía más humana. ¿Simpatizantes? ¿Afiliados? ¿Acaso no va con nosotros, con usted, conmigo? ¿Qué hace falta para reaccionar? El 99% del planeta se está quedando sin tarta, literalmente. Pero muchos están decididos a resistir.

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