¡Calla!, y escucha

A nuestra sociedad le faltan toneladas de silencio, de mirar y procesar y pensar, y si acaso, de hablar

En mitad del concierto esa muchacha se plantó, dijo que no podía continuar, se sentía incapaz de seguir tocando, fatigada, y los que allí estábamos hasta ese momento admirando la agilidad de sus dedos sobre el mástil de la guitarra mantuvimos el silencio, la comprendimos, la aplaudimos. Es uno de los atributos del arte, nos puede conectar en exclusiva con la otra persona, con sus emociones y sus habilidades, nos aporta la calma necesaria para entender. El silencio es hoy una virtud esencial para sobrevivir y ser feliz en la sociedad de la hiperconexión, y además, ha sido siempre el preludio de la gran transformación.

El ruido nos hace débiles. En las últimas semanas hemos acudido a la constatación de la gran manipulación orquestada por la red social más famosa. El mismísimo Zuckerberg ha confirmado con total impunidad la denuncia de Cambridge Analytica que hablaba del uso ilegal de los datos de más de 87 millones de usuarios. Manipulación que ha podido aupar a Trump al liderato del imperio yanqui, y que seguramente nos habrá empujado a comprar desaforadamente cosas innecesarias. Es tal el poder de la desinformación y el ruido que hasta el uso geopolítico que intereses rusos hacen de él los han vuelto a colocar como actores decisivos y temidos en todo el planeta.

Y el ruido nos hace torpes. La semana pasada en Huelva se reaccionó de manera inusitadamente chovinista ante el extracto de un programa de humor emitido a altas horas de la madrugada, y que provocó desde una respuesta institucional local sin precedentes hasta la petición de perdón de una cadena de radio nacional. Algo sorprendente y, a mi juicio, de una frivolidad arrolladora.

Debemos replegarnos, analizar qué consecuencias está teniendo esta revolución antropológica sin precedentes impulsada por el vivir siempre conectados, alejados de la realidad, al ritmo de los smartphones, proteger a nuestros hijos y educarlos en la resistencia a la estimulación continuada, y promover el silencio. A nuestra sociedad le faltan toneladas de silencio, de mirar y procesar y pensar, y si acaso, de hablar. La amplificación y socialización de la majadería construye una cultura del esperpento, donde lo más grotesco vence, y donde arrolla la "sin-ideología" del consumo que tanto mal nos hace.

Pero ahora ¡Silencio!, ya otro músico en escena, comienza a tocar.

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