L Las sospechas sobre un tijeretazo en las políticas sociales de la Junta ganan terreno en apenas año y medio

La confianza en la gestión económica del PP se resiente

De la historia reciente de la política española (1996-2011) se extrae una de las más robustas creencias del electorado: la derecha es más fiable en la gestión económica. El presidente del Ejecutivo central, Mariano Rajoy, proyectó en las generales del pasado noviembre la ilusión de la varita mágica. Si alcanzaba el poder, pondría remedio a la crisis sin titubeos ni ocurrencias. Casi tres meses después, y aunque la menos mundana prima de riesgo se haya relajado, el quiste del paro continúa su expansión. El Gobierno admite que en 2012 se perderán 630.000 puestos de trabajo y advierte que su reforma laboral sólo surtirá efecto a medio plazo. La magia no existe.

Los andaluces parecen haber tomado nota. Todavía asignan mayoritariamente a la victoria del PP un impacto beneficioso en las áreas estrictamente económicas: empleo, austeridad, economía en general y gestión de la Administración y del funcionariado. La pega es que, en las dos primeras áreas, crecen sensiblemente los escépticos. Son pocos los que conceden a Javier Arenas la varita que los hechos han negado a Rajoy. Y también se recorta la distancia que separa a quienes apuestan por el PP-A como abanderado de los recortes en el gasto público (38,3%) y los que piensan más bien lo opuesto (29,5%).

Las pistas ofrecidas por los populares desde la centralita de Madrid pero, sobre todo, vía comunidades como Valencia, refuerzan entre los encuestados la sospecha de que Andalucía no escapará al tijeretazo. Sanidad y Educación, dos de las patas más sensibles del Estado de bienestar y uno de los termómetros más fiables de la política social de un gobierno, sufrirán recortes según la impresión predominante. En junio de 2010 la confianza en el PP andaluz era, incluso en este ámbito, la norma. Ahora es la excepción: el 39,6% apuesta por unos servicios sanitarios devaluados frente al 22,7% que vaticina una mejora; mientras que un 38,6% teme un sistema educativo a la baja ante el 29,2% que piensa al revés.

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