Andalucía

De un número tres al cuarto pino

NICOLÁS Redondo no iba a los toros. Un socialista gaditano intentó convencer durante todo un verano al viejo dirigente sindical para que aceptase el consejo de Joselito y disfrutase de una tarde de toros en El Puerto. Pero no hubo forma, y es que -explicó el vizcaíno- a Pablo Iglesias no le gustaba la fiesta nacional. Olé.

Redondo tampoco usaba corbata. Ni en el Congreso de los Diputados. Los socialistas sólo acostumbraban a acudir descorbatados a los actos de partido, e incluso Felipe González, una vez elegido presidente, iba con la prenda a los congresos federales porque lo entendía como una señal de respeto al cargo. Como lo de no levantar el puño durante el canto de La Internacional, pero, como hemos visto esta semana, el hecho de descorbatarse ya no se considera en el PSOE un pecio de su obrerismo primigenio, sino un guiño ecologista. En resumen: que Nicolás Redondo no llevaba corbata por obrero; Felipe González se la puso por sentido de Estado, y los de Zapatero se la vuelven a quitar por el cambio climático.

Buena parte de la transformación que Rodríguez Zapatero esta introduciendo en el PSOE se refleja en esto último: el zapaterismo está construido sobre reformas sociales y culturales radicales (matrimonios gays, laicidad, guerracivilismo, ayudas a las familias de todo tipo y género, la plurinacionalidad de España consagrada en los nuevos Estatutos, reforma de la ley del aborto), aunque el esqueleto no es el contenido, sino el contingente: el gesto de no llevar la corbata, la ministra Aído encabezando la manifestación del Orgullo donde se reclama la "visibilidad" de las lesbianas, la ministra de Defensa de parto, el geranticidio político, la exaltación de la mujer y la juventud como virtudes, la sorpresa como estrategia. El armazón es como el de los escarabajos, superficial, pero resistente: una potente mercadotecnia política que vende una modernidad turborrenovadora más cerca de la gauche divine que de la revolución cultural de Mao. Aunque, claro, el PP que no ha eliminado ni eliminará ninguna de estas reformas si llega al poder, también le ha cogido gusto a esto del cambio de imagen.

Pero la pregunta que muchos socialistas andaluces tratan de resolver desde hace meses es cuándo comenzarán a bajar los divinos por Despeñaperros: es decir, cuándo comenzará Zapatero "a meter mano" en Andalucía. ¿Será en el congreso regional de Granada de la semana próxima?

Frente a quienes piensan que hay un enfrentamiento larvado entre la dirección de Ferraz y la del PSOE andaluz, lo cierto es que fuentes de alto nivel destacan que, en todo caso, es lo contrario: Manuel Chaves, que apoyó a José Bono en contra de Zapatero, es tan respetado por este último que va a seguir siendo el presidente federal del partido y es el único secretario regional que se mantiene en la Ejecutiva. Chaves también consiguió -se recuerda- que Magdalena Álvarez mantuviera la cartera de Fomento en contra de la opinión del PSC. Bien es cierto que Andalucía, el PSOE andaluz, "no ha dado ni un motivo de queja a la dirección nacional", apunta una de estas fuentes.

Sin embargo, no hay que ser un lince subvencionado por Bruselas para olisquear cierto malestar por los relevos generacionales forzados ni adivinar en lontananza las diferentes concepciones del Gobierno y la responsabilidad de Estado que mantienen los divinos con el viejo PSOE. Por esto último querían los socialistas andaluces contar con el número tres en la Ejecutiva de Rodríguez Zapatero, una persona que pudiera representar lo que fue Alfonso Perales en su día o, incluso, lo que es Alfredo Pérez Rubalcaba en la actual. No quisieron en su día a Gaspar Zarrías y Mar Moreno, después de resistirse bastante, ha aceptado ir a un lejano cuarto pino, por más que su secretaría tenga cierto peso sobre el papel. Pero no es lo que pretendía Manuel Chaves. Lo que el PSOE andaluz quería era un referente de responsabilidad en una Ejecutiva de mudanzas. No una muestra de poder andaluz, sino un referente, quizás jacobino, quizás felipista, en esta marea de cambio que muchos -admiten- no saben si está subiendo o bajando.

Pero una parte del PSOE andaluz sabe esto, que el cambio generacional llegará, y lo asume: son los casos de Manuel Chaves, de Luis Pizarro o de José Antonio Griñán, cargos que no se van a oponer a ser removidos, sino todo lo contrario, aunque desean compatibilizar en el PSOE andaluz el guiño a la izquierda volátil con el viejo partido. Este PSOE ha salido más debilitado del congreso federal que hoy se clausura en Madrid. Y la segunda parte se verá en próximo fin de semana en Granada: será entonces cuando se comprobará lo que un consejero del Gobierno andaluz dijo esta semana: "Éstos quieren mandar, en todas partes".

De Granada saldrá Luis Pizarro como vicesecretario general -la figura que Zapatero ha copiado para Blanco-, con lo que se asegura la continuidad, pero en la Ejecutiva también habrá movimientos . Será entonces cuando habrá que medir si Zapatero, y sobre todo José Blanco, comienzan a mandar. Y Chaves ya ha hecho el gesto: quiere una presidenta en el PSOE-A.

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