Algeciras

Una batalla contra el ruido

  • Los vecinos de la algecireña calle Trafalgar exigen al Consistorio que ataje el bullicio generado por los bares de copas y sus clientes

  • Los negocios defienden su actividad y apelan al civismo

Es la una y media de la madrugada del sábado y la imagen se reproduce con idéntico patrón a las puertas de cualquier bar de copas de España: corrillos de gente fumando, conversaciones que se cruzan desordenadamente y algún coche que detiene su marcha con las ventanillas bajadas de la que emerge música, casi nunca a un volumen soportable.

Los vecinos de la calle Trafalgar, en pleno centro de Algeciras, han iniciado una cruzada contra el bullicio procedente de los bares de copas y, especialmente, contra la clientela que se arremolina a sus puertas durante buena parte del horario de apertura y para la que hay un relevo continuado a lo largo de la noche. La afluencia se ha incrementado en los últimos años debido al veto al consumo de tabaco dentro de los negocios, lo que desplaza a parte de los clientes al exterior junto con alguna copa furtiva o botellín de cerveza pese a que los locales prohiben expresamente sacar vidrio porque el consumo de alcohol en la calle sí es sancionable.

El Mapa de Ruido de la ciudad sitúa la calle en un umbral bajo, con 55 decibelios por la noche

41 vecinos de la calle Trafalgar y de la esquina de Alfonso XI registraron el pasado 7 de mayo ante el Ayuntamiento de Algeciras un escrito en el que relatan las molestias sufridas cada fin de semana y que -remachan- les impiden descansar. La principal queja ante la "situación insostenible" que aseguran atravesar radica en el ruido que generan los clientes en la calle junto con el consumo de alcohol en la acera y la música de los locales que se cuela en sus viviendas. Pero los residentes añaden en su denuncia al Consistorio un rosario de efectos colaterales como suciedad, vidrios rotos, gritos, cánticos y peleas, orines y vómitos e incluso acoso a los vecinos cuando piden paso para entrar a sus portales. También ponen el foco en la celebración de espectáculos "como si los locales fueran teatros o salas de conciertos".

Actualmente, en la calle Trafalgar se encuentran abiertos cinco bares de copas de los siete locales que están habilitados para este tipo de negocios. Dos de ellos se ubican en los bajos de un comercio, mientras que el resto tiene viviendas justo encima. En la calle las ventanas dobles o con acristalamiento antirruido son mayoría. En Trafalgar y sus aledaños, el invierno y el otoño suponen los momentos de mayor afluencia, puesto que durante el verano la actividad decae notablemente aunque alguno de los locales lleva abierto más de veinte años al público.

Las quejas de los residentes también alcanzan a la cercana Plaza Sur de Europa, donde se levanta una discoteca con horario de apertura más prolongado, lo que contribuye a que el trasiego de jóvenes se mantenga más allá del cierre de los pubs.

Con sus firmas, los vecinos exigen que el Ayuntamiento actúe al considerar que este fenómeno choca frontalmente con la tipología residencial de la calle. Reclaman que la Policía Local ponga freno a las molestias: "Sancionen tanto a los locales como a las personas que cometen las infracciones y retiren las licencias a los locales en caso de reincidencia. Nos sentimos indefensos, desprotegidos e impotentes", dicen.

Los propietarios de varios de los bares consultados por este periódico recalcan que hacen lo que está en su mano para evitar la salida de alcohol, pero contra el consumo de tabaco -y las consecuentes tertulias- no pueden hacer gran cosa. "Nos preocupamos en poner seguridad, carteles y aún así hay quien saca la copa escondida bajo un abrigo o aprovechando el cruce con la gente. Es algo muy complicado", reconocen tras apuntar que se trata de una cuestión de civismo.

Durante la noche, la Policía Local y la Nacional pasan de cuando en cuando, pero generalmente en coche. Sólo en días en los que la calle rebosa de gente, como en la tarde de Nochebuena en la que se cierra la calle al tráfico, la presencia es constante. Cerca, en el Llano Amarillo -el lugar habilitado en la ciudad para el botellón- hay varios coches patrulla de la Policía Local apostados cerca de los jóvenes durante la noche para controlar la afluencia y evitar incidentes.

Entre los empresarios nocturnos hay coincidencia con los vecinos en que más presencia policial puede ser disuasoria para frenar los comportamientos molestos. "Si hay multas a los bares, el cliente ni se entera por lo que no se ataja el problema. Si se sancionara a quien consume bebidas en la calle o provoca escándalo, seguro que la situación sería distinta", apuntan.

Los vecinos estiman en su denuncia que viven en una Zona Acústicamente Saturada, por lo que solicitan a la entidad local un plan de acción. La calle Trafalgar, sin embargo, consta dentro de las horquillas máximas de ruido establecidas para una zona residencial, según el Mapa de Ruido del Ayuntamiento de Algeciras, elaborado en 2013 por la consultora Sincosur Ingeniería Sostenible a instancias de la concejalía de Medio Ambiente.

Los técnicos, según la metodología del estudio, evaluaron el ruido en las franjas diurna, vespertina y nocturna, donde los límites se establecen en 65 decibelios para los dos primeros tramos y en 55 para la noche, respectivamente. Las mediciones arrojaron que durante el día y la tarde el valor medio fue de 60 decibelios, bajando a 55 (el límite) por la noche. Por tomar una referencia cercana, la Avenida Virgen del Carmen (transversal a Trafalgar y considerada el principal viario de la ciudad) alcanza los 75 decibelios en horario diurno.

Pero para los vecinos -según la instancia que también han presentado ante la oficina del Defensor del Pueblo Andaluz apelando al derecho al descanso- del papel a los hechos hay un trecho. Hasta el momento, el Consistorio no ha respondido a su requerimiento. Tampoco a la petición de información efectuada por este periódico al cierre del reportaje sobre posibles medidas o iniciativas a raíz de las firmas.

DENUNCIAS Y SANCIONES

Los problemas entre los vecinos y los locales de ocio también afectan de puertas para adentro. "Cada viernes tengo que irme a casa de mi suegro con mi familia. El ruido de la música y las vibraciones son insoportables. Aquí no se puede descansar y nos está afectando a la salud gravemente", relata el promotor de la recogida de firmas, quien reside en el bloque encima de los dos últimos locales que abrieron sus puertas en Trafalgar: Frida y La Botticella. El primero comenzó a funcionar en diciembre mientras que el segundo abrió en septiembre del año pasado.

En diciembre, la comunidad de propietarios pidió información al Consistorio sobre el tipo de licencia de ambos y el cumplimiento de las medidas de insonorización tras las quejas del bloque por el sonido que, según su versión, se transmite a través del techo y la estructura del inmueble. A ello siguió la denuncia en solitario de uno de los vecinos alegando que llegaba a entender la letra de las canciones y que en uno de los dos locales se celebraban frecuentes espectáculos de música en vivo.

Una inspección municipal en diciembre determinó que el pub Frida superaba en 10 decibelios el límite de ruido traspasable a la vivienda contigua así como que carecía de limitador en el equipo de sonido, por lo que se propuso en febrero una sanción de 24.000 euros contra los propietarios y el precinto cautelar del sistema de audio. En marzo, el bar regularizó su situación, según consta en un informe de la Gerencia de Urbanismo, reforzando el aislamiento e instalando un limitador para que la música, como máximo, suene a 90 decibelios. El negocio sigue abierto y sus propietarios consideran zanjadas las deficiencias. Sin embargo, según el vecino perjudicado, el sonido aún es patente, nadie ha efectuado una medición en su domicilio tras los cambios y aunque las vibraciones -reconoce- son menores, sostiene que sigue dejando el piso los fines de semana.

"Recibimos la denuncia apenas a los quince días de abrir. Tenemos un medidor de decibelios y se da el caso de que apagando la música, las conversaciones de la gente superan los 90 decibelios. ¿Cómo evitamos eso? En nuestro caso, el local se insonorizó desde cero: suelo, paredes y techo, así como cristales acústicos. Cumplimos la norma", insiste Juan Jesús Ruiz, uno de los tres socios del pub Frida. La inversión para poner en marcha el negocio, apuntan, pasó de los 100.000 euros.

La Botticella permanece cerrado cautelarmente desde abril, cuando el expediente municipal abierto a raíz de las denuncias determinó que había celebrado ocho actuaciones en directo sin licencia, superado los límites de ruido y que carecía de aislamiento suficiente según una inspección efectuada el 23 de febrero por un ingeniero municipal. Por estos tres motivos, la sanción superó los 5.000 euros.

"El nivel de emisión del bar era de 72 decibelios y los eventos se celebraron sin amplificar. Siempre hemos estado abiertos a buscar una solución", replica Bruno León, empresario del local que llegó a celebrar una fiesta en la que la música se emitía a través de auriculares inalámbricos. "Hemos cursado una nueva licencia y proyecto de obras para instalar más aislamiento tras coger el local a través de un traspaso. Serán unos 25.000 o 30.000 euros más, lo que situará nuestra inversión en unos 100.000 euros. Queremos estar tranquilos", relata León, quien destaca que hasta el cierre daba empleo a unas ocho personas.

Los dos empresarios apuntan que ellos también sufren las consecuencias. "Para nosotros tampoco es agradable encontrarnos cada cierto tiempo con una nueva denuncia o con vecinos que sacan cámaras de fotos por la ventana", critican.

Acaba el fin de semana y la calle recupera cierto nivel de calma durante las noches, al menos, hasta el próximo viernes.

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