Algeciras

Pelayo regala su espíritu navideño con un Belén viviente de película

  • Cientos de personas acuden a la gran cita del Puente de la Inmaculada ideada por la asociación de mujeres de la barriada · Obsequian con tortas y pestiños elaborados durante tres días a los visitantes

Se armó el Belén en Pelayo. Pero no un belén cualquiera, con el debido respeto a la tradición belenista algecireña, que no es poca.

Se armó el Belén viviente. Ochenta vecinos vestidos para la ocasión asombraron a cientos de personas que quisieron disfrutar del espíritu de la Navidad con mayúsculas fraguado en Pelayo desde hace dos meses.

Sí, sí. Dos meses ha necesitado Pelayo para armar el Misterio y como decía ayer Mariluz, han disfrutado tanto haciéndolo que el premio ya lo han recibido.

La llegada a Pelayo ayer no resultó fácil. El mensaje de los vecinos había llegado y como siempre pasa, el boca a boca es el mejor transmisor para este tipo de mensajes. Las normas de tráfico obligan a reducir la velocidad en la N-340 a la altura de Pelayo y ayer respetar esta norma era obligatorio porque muchos conductores querían ver Belén. Tras aparcar, tarea ardua, todo hay que decirlo, a pesar de que la Policía Local estaba a pie de cuesta para controlar el tráfico y ayudar a los visitantes, la gente subía a la finca cedida por Pepe Clavijo donde no faltaba de nada.

La bienvenida te la daban dos señoras perfectamente ataviadas que vendían calendarios con la imagen de la Virgen María y San José, de carne y hueso y de Pelayo. La colaboración, es decir, para llevarse uno hacían falta sólo dos euros. Un precio simbólico y que por supuesto no se correspondía con el espíritu navideño que allí se respira y se regala.

A sólo un metro bandejas de pestiños y tortas elaboradas por las amas de casa, que llevan trabajando tres días para que nadie se vaya de Pelayo, perdón Belén, sin un dulce. Un manjar decía una hija a su madre en la cola. "Mamá los hacen como tú", le comentó como la mejor garantía para llevarse uno a la boca.

La cola para los pestiños y las tortas era larga pero eso daba igual. Tras la comida, Anís de Cózar, realizado en Los Barrios, con un espíritu de hacer comarca que a tanta gente le cuesta, pero que en Pelayo es así de fácil. Un anisito y paciencia porque quedan muchas paradas.

Comienza el periplo. Unas mujeres cantan villancicos flamencos y la cosa se anima. Tras el aperitivo unos pequeños con cañas de pescar no dejan de trabajar para que en sus casas no falte comida, ahora que el Niño Jesús va a nacer. El calor aprieta y los 80 figurantes buscan las palmas para aliviarse del sol. Los espectadores cámara en mano se llevan un Pelayo viviente, perdón Belén viviente, el más grande realizado en todo el Campo de Gibraltar.

Tras los pescadores, las lavanderas dejan la ropa blanca inmaculada y posan para la cantidad de fotógrafos anónimos que con buenos aparatos ponen a prueba su hobby, el hobby de todos los turistas y visitantes que se precien.

Un tallador de madera llama la atención de la cola de aficionados. Al igual que Parra, el escultor que cincel y piedra en mano se esmera y eso que hace paradas para esconderse del sol.

Próxima parada, el horno de pan de Pelayo. Dos pequeños con harina hasta las orejas amasan el pan pero no parece que las piezas ya sacadas del horno las hayan realizado ellos. Bromean y se lo pasan muy bien. Al lado están los carpinteros en la última parada antes de llegar a la joya de Belén, el Nacimiento del Niño Jesús.

La Virgen María, rubia y niña, y San José, delgado y muy metido en su papel. El Niño Jesús prefería estar en brazos de la Virgen María que en el pesebre, pese a ser una obra de arte, amplio y confortable. El pequeño duerme. Con seis meses parece criado. La madre de verdad dice que hace de ama de cría y confiesa que ya pesa nueve kilos. Supongo que de mayor utilizará su gran papel en el Belén viviente como una de sus mejores anécdotas. Los Reyes Magos de Oriente están justo enfrente. Pero sentados, ya parecen cansados. No saben la tarea que se les avecina. Los padres con niños pequeños arrancan su mejor sonrisa cuando les advierten. Ya queda menos para el día de la ilusión. Y hay que portarse bien, porque si no, ya se sabe.

En la esquina, unas mujeres calientan al fuego una olla con puchero, de esos que resucitan a un muerto. Al lado sigue el camino y en el centro, que está vallado, hay cabras, palomas, conejos, niños y sus madres que les controlan. También hay pequeños flautistas que hacen bailar como por arte de magia a una cobra. El puesto de telas está abierto y la gente comprueba a su paso el género. Los ochenta actores tienen familia, amigos y amigos de sus amigos. Y eso es lo que pasa en Pelayo. Aquello se convierte en una fiesta, y no de consumo, que parece lo propio en estas fechas, sino la fiesta del Feliz Navidad, ese mensaje que no se debe sustituir por el Felices Fiestas.

A un metro, un pastor tranquilo como los auténticos que sacan las ovejas al campo se mantiene firme mientras la madre amamanta a su cría. Al lado, chorizos a la leña y un trozo de pan no falta para quien prefiera lo salado a la dulce. No falta de nada.

Otra atracción para la enorme cola del Belén es ver a los serradores que con esmero se ganan el jornal. Las palomas que hay en cada caseta están atadas. Y hasta pueden estar nominadas a los Óscar de Pelayo. Es casi la hora de comer pero sigue llegando gente. El coro de Gustavo Peñalva empieza a cantar y los Villancicos completan la magia del Belén Viviente, sí, sí, con mayúsculas. Un diez de Belén.

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